¿Por qué haces esto?

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«Estás aquí a la par mía, Daniela.

Estás aquí y sé que te encanta la limonada, sé que no tienes rencor guardado hacia tu familia a pesar de todo lo que te pasó, sé que adoras a tu hermana mayor y que tu nueva debilidad es tu sobrina de un año, sé que te gusta dormir siendo la cucharita pequeña, sé que tienes un marca de nacimiento en la espalda del tamaño de un puño, sé que odias la caminadora, sé cómo te gusta el café, sé tus películas favoritas, sé que te gustan los quesos con el vino, sé que amas a tus amigos incluso más de lo que ellos creen, sé que me amas.

Pero no te conozco.»

Ella fumaba un cigarro sentada en las piedras de balcón, tenía ropa de pijama y su pelo estaba atado en un moño un poco despeinado y tenía ojeras. Yo estaba parada detrás de ella sin decir nada, me había acercado hace unos minutos en silencio, tenía mis manos encima del respaldo del sillón y miraba la vista con ella, todos los edificios, los sonidos de la ciudad tan familiares, parte de mi vida, el atardecer había empezado así que el cielo estaba repleto de colores naranjas, morados y celestes. 

Me aclaré la garganta y Daniela se sobresaltó, se levantó y se giró a verme. 

Me hacía falta, quería contarle sobre mis proyectos, quería hablarle de lo bien que me fue y obviamente no podía hacerlo.

Habíamos peleado desde hace semanas porque Daniela no me decía qué le pasaba, en vez de eso se escondía en fiestas y amistades, además cuando me miraba parecía irritarla, intentaba acercarme pero hasta hoy me decidí a venir con ella, a venir a su apartamento. Tenía una copia de la llave así como ella tenía una copia de la mía. No me había pedido la llave, solo por eso sé que no hemos terminado. 

Habíamos hablado por teléfono un par de veces, conversaciones cortas, a veces buenas y a veces cortantes. No quería aceptar que eso no era suficiente hasta hoy, por eso vine a verla. 

—Hola.

—Hola. —Contesté.

—Estoy horrible.

—Tonterías. —Le contesté intentando que nuestra pequeña broma interna fuera lo suficiente como para aligerar el espacio.

Un total fracaso, es más, podría decir que se sentía más tensión en el aire.

—¿Saliste ayer? —Pregunté notando manchas de rímel desvaneciéndose en sus ojeras. Ella asintió, pues no había motivo para mentirme. 

—Fuimos a Astro, te avisé creo. —Contestó con expresión desafiante, tiró el cigarro y lo aplastó con los zapatos blancos. 

Había decidido venir y levantar la bandera blanca, no iba a discutir con ella sobre esto. 

—Me enojo porque me duele tanto no verte tan seguido como antes porque ahora solo sales y sales... —Daniela  rodó los ojos y sabía que internamente me decía Te he dicho todas esas veces que me acompañes. —Solo quiero saber que no haces todo esto... —Daniela miró hacia abajo y se apretó el codo, iba a ponerse a la defensiva. —Por lo que sea que estás pasando.

El sillón en medio de nosotras parecía un océano, ella se había convertido en una isla y la marea estaba a punto de subir, pero estoy lista para el cambio de marea.

Daniela se giró caminó hacia el frente, puso las manos en la piedra de la orilla de su balcón. La seguí con rapidez, me puse a su lado y no le quité la mirada de encima.

—No lo entiendes.

—Si me explicaras creo que podría entenderlo-

—Poché, es que no quiero hablar de eso.

Solo Será Un MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora