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Luego de la trágica muerte de su madre y quedar al cargo de su malvada familia adoptiva, Aziraphale se aferra a su resiliencia para salir adelante. Tan bueno y piadoso como es, no dudará en tomar una oportunidad para ser feliz...
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Una hermosa tarde de invierno, Aziraphale se encontraba revisando unos documentos del reino, solía ayuda a Dagon con administración al ver que tenía talento para ello, después de todo, quería sentirse útil para el reino. A pesar del enorme papeleó que tenía en el escritorio, lo compensaba el relajante sonido del crepitar del fuego en la chimenea y su taza de té de limón. Hasta que fue interrumpido por su esposo, quien ingresó al despacho.
-Sabes que no debes sobre esforzarte, mi amor.- Se acercó para darle un beso en la frente.
En eso Aziraphale se levantó para sentir el caído abrazo de su esposo, revelando una pequeña protuberancia en su panza.
-Me mantiene distraído, hay veces que me siento ansioso si no estoy haciendo nada.- Respondió con ternura.
La pareja se fundió en un abrazo y poco a poco las manos de Crowley se deslizaron a esa pequeña protuberancia, acariciándola con ternura.
-¿Esta pequeña cosita te mantiene ansioso?- Habló dulcemente al oído de su esposo.- Hace frío amor, ¿por qué no tomamos un descanso en nuestras habitaciones? Pediré que hagan chocolate caliente.-
-Oh no puedes aprovecharte de la táctica del chocolate para siempre, cosa tramposa.- Reclamó Aziraphale con falsa indignación.
-Lo haré las veces que funcione. Además has echo tus deberes correctamente desde que eres un miembro real, mantienes el orden mucho mejor que yo.- Dijo mientras lo conducía hacia la puerta, para ir a sus habitaciones.
-Ciertamente, eres un desastre. Que bueno que el heredero es Beelzebub o llevarías el reino a la ruina.- Se burló Aziraphale, ganándose un gruñido de Crowley.
-Ohh bastardo.-
Llegaron a sus habitaciones, donde Crowley ordenó a una sirvienta traer chocolate caliente pasa su esposo y para él una taza de café, con algunos pastelillos dulces.
-Me consientes demasiado.- Dijo mientras se recostaba sobre el diván frente a la chimenea.
Crowley se aproximó con una manta, lo arropó, viendo con ternura como sobresalía la panza de su ángel aún envuelto, por instinto la besó y vio como Aziraphale se sonrojó por ello. Apenas tenía tres meses y medio, pero todos en el castillo estaban felices por que el rey conocería a su segundo nieto, luego de que hace un año se celebrará el nacimiento del joven príncipe Belial, y luego de las fiestas invernales y fin de este año, darían la bienvenida al nuevo duque o duquesa.