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Luego de la trágica muerte de su madre y quedar al cargo de su malvada familia adoptiva, Aziraphale se aferra a su resiliencia para salir adelante. Tan bueno y piadoso como es, no dudará en tomar una oportunidad para ser feliz...
Han pasado ya ocho años desde que deje la casa de mi madre, ha pasado tanto tiempo y aún no me lo creo, siento que toda mi vida a partir desde que mi adorado príncipe me sacó de aquel sombrío ático es un sueño y voy a despertar ahí en cualquier momento.
Por eso atesoro cada día, creando nuevos recuerdos; mi pequeña Ariel cumple ocho la semana que viene, los justos en que fui liberado, es una encantadora niña, amable y le encanta que su padre cepille su cabello, suelo hablarle de su abuela, mi madre, se parece mucho a ella. Akibel y Azael ya tienen tres años, mis bellos gemelos, ambos con el cabello rojo como el de mi esposo, los amo mucho, pero sus travesuras hicieron que Crowley y yo nos planteáramos el tener otro hijo por un tiempo.
En fin, escribo esto desde mi estudio, sin creerme todavía como me ha sonreído la vida. Incluso convertí la casa de mis padres en un orfanato, un proyecto bajo mi estricta supervisión para que ningún niño huérfano sea maltratado, pero aún siento que despertaré ahí, en ese ático frío y oscuro, ya debería haberme acostumbrado a despertar con el amor de mi vida, supongo que a pesar de los años, seguirá tomando un tiempo.
Pero tal como Crowley me dijo, fui un ángel que resurgió de las cenizas.
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