MIEL

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Summertime Sadness-Lana del Rey

Ayana, era una bomba de colores, siempre vestía con vestidos llamativos y llenos de vida. Hoy iba con ese vestido amarillo que tanto me gustaba; encima llevaba un cárdigan del mismo color, pero de un tono un poco más fuerte, en la cabeza llevaba una corona de margaritas recién hecha. Ya que hacía apenas unos minutos, que había salido al jardín para ir a buscar esas flores, para hacerse esa corona, ya que hoy se vería con Britney; una chica llena de luz y belleza.

Justo la rubia abrió la puerta de la habitación, fue directa a mi. Se tumbó en la cama, luego cariñosamente me cogió para ponerme encima suyo, me encantaba que me tocaran la barriguita, o simplemente que me mimaran. Ayana, que se encontraba en el escritorio pegando algunas fotografías-de ella, de Britney y de ella juntas y sobretodo algunas mías- y flores, en su cuaderno. Se dio la vuelta para ir corriendo y saltar a la cama, haciendo que yo me asustará, y fuera a de un saltó, al alfeizar de la ventana, hoy era un día, donde todo se veía precioso y lleno de color. Ellas se echaron a reír y a continuación empezaron a hacerse cosquillas.

Minutos después miaule, al escuchar unos pequeños golpes en la puerta de madera de la habitación. Y al poco se abrió lentamente.

-¿se puede? -La voz de Eyden se hizo presente y a los pocos segundos abrió la puerta y saltó como minutos antes lo había hecho Ayana.

Las chicas chillaron entre risas, Britney y él se hicieron amigos a los pocos días de que él chico, que estaba atacando a mi pelirroja favorita, en cosquillas.

-¿Cuándo dejarás de ser tan pesado, abejorro?

-Nunca, zanahoria-dijo Eyden entre carcajadas.

Todo era risa en aquella habitación, que reflejaba paz. Ayana y Eyden podían estar cerca, pero también estaban igual de lejos, ambos tenían formas de pensar totalmente diferentes, puede que todo no fuera algo que a ambos les terminara de gustar. La relación que mantenían ellos tres, era un poco peculiar, aunque las cosas con Eyden y Ayana sean un poco distintas, ya que desde que los escuche hablar sobre que tendrían que hacer caminos distintos, la note un poco más apagada, pero con la alegría y la compañía de la rubia todo era como si nada hubiera pasado.

🌻

Hora más tarde empezó a llover, me encantaba el olor de la hierba mojada y los pasteles que horneaba, la madre de mi pelirroja favorita, siempre me subía en la mesa de madera que tenía en la rústica cocina, me ensuciaba la nariz con harina-eso me pasaba siempre que olfateaba todo lo que encontraba curioso-Ayana me cogió en brazos, para llevarme con ella en el porche, y sentarnos en la mecedora, que siempre nos sentábamos, yo me colocaba como una bolita en su regazo, mientras que ella leía uno de sus tantos libros y se movía lentamente. Una canción que conocía muy bien, sonaba a un volumen suave-ni muy alto ni muy bajo-en la pequeña radio, que Ayana la había tomada prestada a su padre. Estar así mientras que llovía era lo mejor del mundo.

Minutos después, apareció Owen encendiéndose un cigarrillo, saludo a su hermana con una dulce sonrisa, y luego se sentó en los escalones, contemplaba la lluvia caer mientras, que soltaba el humo suavemente por la boca, luego miró a su hermana y fue entonces que habló.

-¿Qué lees?

-Orgullo y prejuicio

-Nunca te cansarás de leerlo-dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Ella lo miró y negó con la mirada, ellos dos eran esos hermanos que nunca discutían por nada, todo lo contrario, estaban unidos y compartían cualquier chorrada que otra persona ni entendería. Por eso ellos eran únicos y especiales.

-Sabes... mamá antes de tenerte a ti siempre se sentaba en esa misma silla, se podía pasar horas leyendo este libro, mientras que papá y el abuelo cultivaban hortalizas y frutas, en el huerto, la abuela se quedaba conmigo dibujando o jugando a cosas, mientras que dejábamos disfrutar a papá y a mamá hacer lo que les gusta hacer.

-Ellos nunca dejarán de hacer este tipo de cosas, aunque ahora mamá prefiere cocinar que leer.

Pero nunca cambiarían esas costumbres, que ellos habían crecido, junto a la familia de aquel chico que le había cambiado totalmente la vida, de nuestra pequeña.

-A ella siempre le gustó la repostería y por eso papá la animó a abrir la panadería que hay en el pueblo.

Siguieron hablando de cosas triviales, mientras que yo los escuchaba atentamente, aunque parecía más bien que estuviese durmiendo. Pero no, los estaba escuchando hablar de cosas de la familia. La lluvia, el olor a pasteles recién salidos del horno y sobretodo ellos, era el momento que más disfrutaba.

EL ARTE DE NUESTRAS VIDASWhere stories live. Discover now