Pensamientos de una adolescente

❁ 𝐌𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐚𝐬 ❁

Hay muchas cosas que no recuerdo, cosas que pasaron, eventos importantes que ya no tengo, memorias que fueron y ya no son, cosas que con el tiempo dejaron de ser, cosas que ya no creo volver a ver. Mi memorias, esas más viejas, las primeras en ser y que ya no son, desaparecieron, no las recuerdo o no están, el caso es que, de un modo u otro, no las recuerdo más. 

No es inesperado, nadie logra recordar sus primeras memorias, quizá una que otra luego de crecer, no obstante, las primeras siempre se esfuman y dejan de ser. Recuerdo pocas cosas de mi niñez, recuerdos buenos, malos también. Recuerdo risas. Recuerdo el llanto.

Recuerdo llorar, recuerdo estar triste. Memorias, tengo unas cuantas y pensando en ellas me he dado cuenta que recuerdo tener muchas malas y otras buenas, pero por lo general siempre recuerdo esas que me hicieron sentir negativamente, tal vez, quizá, puede que sea porque las malas memorias te marcan más que las buenas, te hieren y dejan cicatrices. Grandes cicatrices, profundas y visibles, visibles aunque no sean vistas, aunque no sean físicas y tangibles.

Recuerdo con una sonrisa esas memorias que me hicieron feliz, en donde no sentí más que dicha o alegría, pienso y llegan a mi mente recuerdos de esas tardes calurosas, soleadas, solo él y yo, jugando, riendo, arreglando cosas, lavando el auto. Memorias en donde reía sin preocupaciones y soñaba con crecer y que las cosas siempre fuesen de la misma forma.

Hay memorias tristes, negativas, pienso y llegan a mi mente esos días de gritos, de comparaciones, ¿por qué él sí puede y tú no? ¿Por qué ella hace esto y tú no? Pienso con más fuerza y recuerdo, como si fuese ayer, lo mal que eso me hacía sentir y cómo poco a poco me sentía más inútil, pequeña, insignificante…

Memorias tristes en donde era víctima de injusticias, víctima de la estupidez adulta, de su ignorancia, de su "disciplina". Víctima de su estupidez.

Hay muchas cosas que no merecía, hay muchas lágrimas que no debí sufrir, sin embargo, las sufrí. Lloré y grité. Memorias en donde lloré de dolor y se me prohibió hacerlo, en donde grité en resistencia y recibí más dolor por hacerlo, así que me detuve. Dejé de llorar, de gritar, de resistirme y solo me tragué el miedo. Me tragué el miedo y cuando nadie me veía me dejaba ir, lloraba y sufría, dolía, todo en silencio, hasta quedarme dormida.

Memorias tristes, memorias alegres. Un sin fin de ayeres que me hacen la persona que soy hoy. Rota, triste, con cicatrices visibles pero no visibles. Soy un conjunto de memorias que crece, sana, que cae y recae. Soy la chica que cuida, después de años, a esa niña asustada en la habitación, la chica que sana día a día a su niña interior, la chica que teme, que sufre, que llora, que ríe, que grita.

Soy la chica llena de memorias que cosecha más memorias, tristes y malas, alegres y buenas, que sana pero que llora, que ríe pero que cae, que sufre pero que sueña.

Soy memorias de cristal, que me hacen ser yo, que me forjaron como soy, que me hicieron fuerte y resistente. 

Y es que no todos recuerdan sus memorias, muchos olvidan eso que fue y ya no es, quizá para protegerse, tal vez para no volver, y no está mal, intentamos protegernos de eso que nos hizo daño, memorias que nos destruyen desde hace tanto que es difícil recordar cuanto.

Quizá solo exagero, tal vez no fue tan malo.

Miento. Si lo fue.

Pero ese es solo mi caso, estoy convencida de que no todos pasamos por lo mismo. Deben haber personas que tengan memorias dulces y buenas que compensen y opaquen las malas, que recuerden con más frecuencia los buenos recuerdos que sus opuestos y que sonrían más que nadie al mirar atrás y recordar sus ayeres. Sé que las hay, sí, siempre habrá ambas memorias, pero hay personas que tuvieron el privilegio o la suerte de poseer más memorias alegres que deprimentes.

Y si bien tenemos una u otra, son pequeñas piezas que conforman el complejo rompecabezas, memorias que respaldan lo que hoy día somos.

~By Flor Suárez.