Epílogo

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Esa mañana, los rayos de sol iluminaron nuestra habitación, y la alarma sonó, despertándome de un bonito sueño. Abrí los ojos y me encontré con la mirada cálida y amorosa de Zack, me encantaba ver su rostro así todas las mañanas.

—Buenos días, Bellota —dijo Zack con una sonrisa, acercándose a la cama para darme un pequeño beso.

Su mirada me llenó de calma y amor, rompiendo cualquier rastro de sueño que quedara en mis ojos.

—Buenos días, cariño —respondí con una sonrisa, estirándome perezosamente.

Unos pequeños sonidos resonaron en la habitación, nuestro hijo, que estaba en su cuna al lado de la cama, comenzó a moverse y a llamar nuestra atención. Zack lo levantó y lo colocó con cuidado entre nosotros en la cama.

Era un momento hermoso ver al pequeño Luca dormir pacíficamente en brazos de su padre, que le susurraba cosas para que no llorara en ese momento.

—¿Ya es hora de despertar, pequeño? —preguntó Zack mientras acariciaba su cabecita.

Una corta risa fue su respuesta, seguida de sus manitas tratando de alcanzar mi rostro. Lo tomé en mis brazos y lo abracé con cariño. Ambos estábamos completamente agradecidos por este pequeñín, el día que le anuncié la noticia sobre mi embarazo a Zack, se colocó a llorar de emoción como nunca antes y más cuando se enteró que sería un niño.

Eso había sido hace casi dos años y ocurrió igualmente dos años y medio después de nuestra boda.

Él rio, mostrando sus pequeños dientes y sus ojos brillantes y verdes, iguales a los de Zack.

Después de un rato de jugar y reír en la cama, decidimos levantarnos y prepararnos para el día. Mientras Zack se duchaba, yo me encargaba de vestir a nuestro hijo y de preparar el desayuno.

Nunca creí poder llegar a ser una buena madre, pero con la ayuda de Zack logramos ser unos padres cariñosos, y sobre todo él, que demostraba ser un padre amoroso y protector.

Ahora yo estaba cerca de cumplir los veintiocho años y me sentía mejor que nunca.

El sonido del agua cayendo me sacó de mis pensamientos. Salí de la habitación de nuestro hijo, quien ahora estaba jugando felizmente con sus juguetes. Zack salió de la ducha, con una toalla alrededor de su cintura, y sus ojos se encontraron con los míos. Siempre había algo especial en su mirada, una chispa de complicidad que hacía que mi corazón latiera más rápido y que se intensificó después de habernos casado.

Mientras desayunábamos, hablamos sobre nuestros planes para el día, por ser fin de semana, iríamos con nuestros amigos para pasar el día en un lugar que solíamos frecuentar juntos.

Zack tomó la mano de nuestro hijo y la mía, y juntos caminamos bajo la sombra de los árboles en el camino hasta llegar al auto. Luca reía y señalaba con emoción cada vez que veía un pájaro o una mariposa.

Al llegar, nuestros amigos ya nos estaban esperando con una gran sonrisa.

—¡Mira quién ha llegado! —exclamó Maggie, acercándose para tomar a Luca en sus brazos—. Hola, pequeño, ¿cómo estás?

Luca respondió con una risita y extendió sus brazos hacia Maggie. Era evidente que se sentía muy cómodo con ella.

—Adelante, los demás están ya adentro. Yo iré a caminar con este pequeño.

(NO) Podrás Amarme © [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora