Capítulo IV

183 27 3
                                    

Con el pasar de las horas pude sentir como en mi estomago se formaba un nudo, de alguna manera mis nervios se hicieron presentes al pensar en mi velada con el príncipe. Me aterraba la idea de tener que entregarme a él, mi mente divagaba una y otra vez en aquel acontecimiento, nadie nunca me había hablado de aquello que pasaba en la noche de bodas. ¿Dolerá?

—¿Estás lista? —preguntaba mi madre entrando a mi habitación

Asiento sin decir palabra alguna.

—Daniela... —se acerca a mi lado, frente aquel espejo en el que me veía— no me gusta que peleemos, se que es difícil todo esto...

—¿Entonces por qué me obligas a hacerlo? —cuestiono— ¿Por qué un hombre puede gobernar sin una mujer, pero una mujer sin un hombre no? —mi madre suelta un suspiro— Quiero ser reina... si que lo quiero, toda mi vida me he preparado para esto... —doy media vuelta y quedo frente a frente con mi progenitora— soy una reina por nacimiento, no tendrían por qué quitármelo solo por ser mujer...

Mi madre da media vuelta y se sienta frente a mí mientras suelta un suspiro, uno de aquellos que te dicen "no sé qué decir".

—No quiero casarme, no con Giacomo, ni con ningún otro príncipe...

—¿Por qué? —pregunta mi madre, sin obtener respuesta alguna de mi parte— ¿por qué no quieres casarte con él, o con algún otro de los príncipes que han venido a verte, dispuestos a desposarte?

¡No lo sé, no lo sé, maldita sea, si lo supiera ya hubiera hecho algo para cambiar de parecer!

Toda mi vida he deseado una familia, formar un hogar, ser la madre que nunca tuve, pero nunca me vi con un hombre a mi lado, sabía lo que quería, pero nunca he pensado en quien será mi compañero de vida...

—Daniela... —mi madre me saca de mis miles pensamientos— ¿por qué no quieres casarte?

—Soy joven —respondo rápidamente, claro está que no es una excusa suficiente

—Cariño todas hemos sido jóvenes...

—Lo sé...pero

—Pero nada Daniela —mi madre me corta y se pone nuevamente de pie— nada ni nadie te quitara lo que te pertenece. Se que suena duro, pero te aseguro que una vez ya casada con Giacomo aprenderás a quererlo, y ambos gobernaran como se debe... Daniela el futuro de Lebasi está en tus manos.

Al terminar mi madre de darme el típico discurso sobre la importancia de un hombre a mi lado, me abraza, y por esa vez luego de mucho tiempo vuelvo a sentir aquella calidez, amor, cariño, por parte de ella, puedo escuchar su corazón, siento como su pecho sube y baja, y no puedo evitar sentirme vulnerable en aquellos brazos. Está claro que mi miedo es más grande de lo que imaginaba.

Al salir mi madre de la  habitación me quedo unos minutos más viéndome en el espejo, sin poder dejar de pensar una y otra vez, si la corona en realidad merecía aquello que iba a hacer.

Minutos más tarde, cerca de las 19:00 salgo de mi habitación y camino hasta la entrada del castillo, en donde estaba listo aquel príncipe, actuaba con naturalidad hablando con uno de sus hombres de confianza. Al acercarme no tardo en tomar mi mano y besarla con educación y respeto.

—Princesa Daniela, déjeme decirle que se ve más bella de lo que acostumbra —fueron esas sus palabras, para que una sonrisa forzada se forma en mi rostro

—Gracias, usted también luce muy bien —agrego con amabilidad— ¿nos vamos?

Giacomo asintió y dejando que tomara su brazo salimos juntos del castillo.

Pasado de la medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora