os terrestres mataron a Wells al maldito lado del campamento.
Cuando Clarke me contó lo ocurrido me dolió. Wells y yo no éramos amigos, ni siquiera intercambiamos más de cuatro palabras seguidas, pero no era mala persona, no merecía morir como un perro, mucho menos con diecisiete años.
Aprovecharon la noche que le tocaba guardia para hacerlo, sin motivo aparente. Y lo dejaron ahí como si no importara. Como si no valiera nada.
Ni siquiera hemos estado más de dos semanas en la Tierra y ya perdimos a muchos para tan poco tiempo.
Monty mueve la mano frente a mis ojos y chasquea los dedos, llamando mi atención. Pestañeo varias veces antes de mirarlo.
—¿Entiendes?
—¿Huh?
—Qué si lo entiendes.
Las última hora he estado actuando de su ayudante y se ha tomado el tiempo de explicarme paso a paso. Al principio atendía cada movimiento pero mi mente vagó, perdiendo el hilo.
—Claro, sí, fácil, sí. Me lo has explicado de maravilla. Hazte profesor.
Esboza una sonrisa y ladea la cabeza.
—No me has escuchado —asume.
—No mucho, lo siento. Tengo la cabeza en mil cosas ahora mismo.
—Está bien, no pasa nada.
—No es tarea fácil pero estoy convencida de que contactaras con el Arca. Es cuestión de tiempo —le animo y observo el aumento de su sonrisa.
Unos minutos después una melena rubia atraviesa la tela que cubre la puerta del transbordador.
—Hola, rubia —le sonrío.
—Hola, chicos. Monty, quería saber si mi pulsera te serviría para contactar con el Arca.
El nombrado niega con la cabeza.
—Lo intenté con la de Octavia pero no salió como quería.
—Tal vez si lo haces de otra forma o con más suavidad —sugiero.
—¿Y si vuelve a fallar? —me responde, resignado.
—Pues probamos con la mía. Todavía hay muchas pulseras activas, muchos intentos. Lo conseguirás —le digo y parece que he dado en el clavo porque de repente se gira hacia la chica y pregunta:
