TRAS EL SECUESTRO DE ESOS dos guardias terrestres en el propio secuestro terrestre me guiaron a la fuerza por aquellos pasillos fríos hasta alcanzar el exterior al salir por una puerta que parecía estar compuesta solo por musgos y hacer lo mismo entre los árboles. Me rehusé a colaborar innumerable veces pero solo sirvió para que uno se hartara de mí, atase mis muñecas y me echara al hombro como una bolsa de basura de la que quieres deshacerte lo antes posible. Sin embargo, sigo respirando y no sé qué esperarme.
Me remuevo contra el árbol a mí espalda y una mueca se apodera de mis facciones faciales cuando mis muñecas hacen un grito de auxilio para que pare al siguiente segundo. Toda clase de pensamientos recorren mi mente e incrementa mis cinco sentidos por el famoso instinto de supervivencia.
La penumbra de la noche tanto ayuda como dificulta. Si lograra deshacerme de las ataduras y escapar puede que con la suficiente oscuridad y rapidez me escabulle hasta el campamento, pero eso no es posible. Mis captores se han multiplicado y ya no tendría que huir de dos guerreros, sino de seis, y cada uno luce más letal que el anterior; pero incluso sin los recién incorporados lo haría, yo podría vivir, sí, pero... ¿y ellos? ¿Qué les pasaría a Clarke y Finn? No me iría sin ellos.
Dejo que mi cabeza golpee sin fuerza la madera y contemplo el cielo, a diferencia de las otras veces que lo he hecho ya no tiene ese brillo estrellado. Está apagado.
Como muerto.
Como lo estaré yo si no actuo ya.
Tomo aire y localizo el punto en donde están los presentes. Dos de ellos a mis costados, otro a la derecha del fuego, otro a la izquierda y los últimos frente a mí separados por las llamas que tiñen de un tono anaranjado el rostro de los guerreros —o lo que se ve de ellos—. Recorro mi labio inferior con la lengua concentrándome en uno de los de delante. Es más o menos de la misma altura que los cinco restantes aunque increíblemente más corpulento que ellos. El foco de luz natural me concede ver el par de pozos sin fondo de sus ojos y un sensación de desconcierto sacude mi cuerpo que me hace inevitable sostenerle la mirada, aunque el tiempo no me da un instante cuando escucho caballos relinchar y diviso una nueva figura aproximarse en medio de ellos. Reconozco sin esfuerzo el rostro al descubierto de la mujer.
