Capítulo 1: Venganza le dijo el ganso a la gansa

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Siento sus manos en mi piel, tocándome suavemente como si fuese la obra de arte más costosa del mundo, respira cerca de mi cuello y mi piel se eriza, jadeo entrecortadamente cuando siento su olor, el viento que sopla en aquella habitación a la intemperie en el medio de la nada trae su olor hacia mis fosas nasales, un aroma, maravillosamente exquisito, no entiendo como una simple persona puede oler tan bien acaso será un dios o algo parecido aunque si fuera eso sería el dios del amor o simplemente un flechazo empedernido por cupido.

Pero como si alguien se estuviera burlando de los pensamientos de esta alma pecaminosa ahí está ella con su voz melodiosa despertándome de mi extraña y poco común fantasía.

-Camila es la quinta y última vez que te llamo, despierta perezosa, vas a perder el trabajo y no podemos darnos esos lujos-.
A lo lejos oigo su voz y me remuevo en mi cómoda cama.

-Ya, ya desperté -le grito desde mi cuarto.

Odio trabajar, acaso la cigüeña se equivocó de casa, a duras penas me levanto, salgo de mi habitación y me voy directo al baño que está en el pasillo al lado de la habitación de mi hermana.

Casi infarto cuando mire el reloj que está en la pared de la entrada de la cocina, DIOS, son las siete y mi turno en la cafetería comienza a las siete y treinta, con toda la velocidad que tenía me metí al baño, me cepille los dientes y me duché en menos de diez minutos, cuando terminé salí envuelta en mi toalla morada y fui chorreando agua hasta mi habitación.
En menos de nada me vestí con el típico uniforme espantoso de la cafetería que consiste en un pullover blanco con un letrero en negro que dice La Joya, sí...que nombre pero bueno, al dueño no le quedaban neuronas vivas cuando lo decidió, y una licra negra, apresurada me aplico mi brillo labial y el rímel.

Ya lista agarro mi bolso que más bien parece la javita de hacer los mandados y rebusco mi teléfono en el desastre que hay en mi habitación, cuando por fin lo veo lo agarro y suspiro aliviada me quedan quince minutos para llegar, estoy por salir de la habitación cuando de repente se oye un estruendo al otro lado de la puerta.

Cuando la abro veo a Claudia tirada en el piso, con la taza de café partida a un lado de su cadera y sobando su nalga, y como si eso no bastara, mis zapitos blancos de trabajar están manchados.

Levanto mi mirada hacia ella y veo que me observa enojada pero más enojada estoy yo de que haya manchado mis zapatos de trabajar de café.

-Cuando vuelvas a salir del baño y dejes el pasillo lleno de agua vas a saber cuántos pollos caben en un saco sin fondo. -dice mientras la ayudo a incorporarse.

-Acaso es usted la mayor de las dos -la regaño por hablarme así.

-No. -responde secamente y se gira. Le doy la vuelta por el hombro con mi mano delicadamente y le doy un beso en la mejilla.

-Buenos días, a que has venido- le pregunto.
-Bueno pues es obvio que había venido a traerte café y a decirte que el desayuno está listo y no me digas más a que has venido de esa manera , pareciera que fueras tú la única que vive en esta casa. -murmura enojada colmando mi paciencia, cosa que me falta desde que me desperté de mi maravilla de sueño o más bien me despertaron, si no hubiese sido así a lo mejor mi humor estaría mejor hoy.

-Quien debería estar enojada seria yo por el hecho de que agarres mis cosas sin permiso y para colmo no las cuides. Cualquier vecino nuevo pensaría que vivimos en una casa de locos, pero los viejos ya están acostumbrados así que no me preocupo, en ocasiones como esta la quisiera matar pero me acuerdo que es mi hermana y se me pasa.

-Lo siento señora yo cuido todo, cuando dejen de ser cómodos pensaré en dejarlos, además si te queda poco tiempo con ellos no deberías enfadarte por esas estupideces.

Mi enfermera favorita   (Borrador)Where stories live. Discover now