Capítulo 11 "Éxtasis no sólo para la vista"

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Camila

Limpio mis manos sudorosas con el pequeño pañuelo que tengo entre mis manos, no me asombre cuando Gisel entro gritando a mi cuarto muy temprano en la mañana, diciendo que había un chofer abajo preguntando por la señorita Camila.

Al parecer, Lía no esperaría a que yo la llamara y le comentara sobre mi decisión.

A quien le voy a mentir, necesito el empleo.

—No se preocupe señorita estamos por llegar —comenta el chofer mirando por el espejo retrovisor, creo que mi nerviosismo me ha delatado.

(No deberías de estar tan nerviosa) recrimina mi grillo.

Tú te callas y mejor te mantienes escondida como lo has hecho hasta ahora, pienso para mis adentros. Por  no avisar ayer, hice el ridículo delante de ese hombre. Y para colmo será mi maldito jefe. No puedo estar más nerviosa.

Luego de unos minutos llegamos a un apartado con una gran reja, el chofer pide permiso a los guardias de seguridad para adentrarse y continuamos. Esto dejaría con la quijada en el piso a Claudia, es como un condominio de mansiones todas derrochando lujos, pasamos cuatro de esas divinidades  y luego viene otra reja más, al contrario de la primera esta tiene menos guardias y es de color blanca con detalles dorados.

El chofer atraviesa el gran pasillo y frena justo frente a la majestuosa puerta de la mansión, desde mi lugar puedo observar sin problemas el césped perfectamente cortado todo al mismo nivel, una hermosa fuente en la entrada con unos pétalos de rosas abiertos por los cuales salen los chorros de agua, en la entrada tiene 4 grandes columnas blancas al frente, las cuales parecen sostener una cúpula de cristal y encima cuelga un candelabro dorado.

Esta casa derrocha poder por donde se le mire.

El chofer sale del auto y antes de que llegue a mi puerta para abrirla salgo, no necesito caballerosidad.

Me mira con mala cara y no le presto atención.

—Buenos días Camila —ese acento es inconfundible.

Volteo y encuentro a Leonardo mirándome de arriba hacia abajo.

—Buenos días señor Leonardo —digo y me acerco hasta dejar un beso en su mejilla. Mi acto parece sorprenderlo ya que me mira con confusión—. No seríamos rivales para siempre, además ahora trabajaré directamente con ustedes así que demás está decirle que me voy a comportar como es debido, espero el mismo trato de su parte.

—Claro que si, por favor pasemos a mi despacho, hay algunos temas que me gustaría tratar con usted. Y solo llámame Leonardo, haces parecer que tengo sesenta años. También me sentiría más cómodo de esa manera.

Yo sí quisiera que tuvieras sesenta, para ser tu asilo personal. (Y ahí estás de nuevo)

Lo sigo por aquel hermoso lugar, todo está perfectamente limpio. Todo brilla como si fuera oro.

Llegamos a una habitación de puertas dobles, gira la manija y la abre, estira su mano para que pase y lo hago.

Dentro tiene un escritorio con una laptop, papeles muy bien ordenados y dos sillones frente al mismo, una mesa de centro y un gran sofá. La habitación tiene otra puerta, parece ser un baño. Los grandes ventanales permiten que se filtren los rayos de la mañana.

—Como bien sabes mi hermana está embarazada y no creo que haya mejor persona para estar al pendiente de ella que tú  —comenta mientras desabotona el único botón que cerraba su saco y hala la silla para sentarse. Yo solo miro la manera en la que se mueven sus labios, para que negarlo, el maldito esta como para comérselo sin cubiertos.

Mi enfermera favorita   (Borrador)Where stories live. Discover now