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Lo primero que vio Fourth al salir de su habitación a la mañana siguiente fue a Gemini di'Lehr apoyado contra la pared opuesta.

Se detuvo, observando la forma alta de Gemini vestida con su nuevo uniforme. Todos los miembros de las casas reales llevaban trajes negros con los detalles de la Casa a la que servían. Dado que los colores de la familia eran blancos y azules, Gemini llevaba un traje negro bien ajustado que abrazaba sus hombros y brazos, una camisa blanca, un chaleco azul y una simple corbata blanca.

Solo era un uniforme.

Apartando su mirada del cuello bronceado sobre la corbata blanca, Fourth lamió sus labios y juntó sus manos detrás de su espalda.

—Veo que tuvo éxito en "convencer" al Maestro de la Casa.

El mayor asintió con la cabeza.

—No fue difícil. Necesita reforzar su seguridad. No soy el único telépata de alto nivel en la galaxia. Tiene suerte de que no me interese hacerle daño.

Haciendo una nota mental para encontrar una solución para esa debilidad de seguridad, Fourth salió de sus habitaciones. Se sentía... incómodo al tener a Gemini cerca de ellas, considerando que había pasado la mitad de la noche dando vueltas en la cama, demasiado agitado para dormir debido a la fusión ilegal que había tenido con un hombre que no era su marido. Así que, excitado por primera vez en meses, tuvo que masturbarse para deshacerse de la tensión. Dos veces.

Sintió que su rostro ardía ante el recuerdo. Se aclaró la garganta cuando el hombre se puso a caminar a su lado.

—Camina como un sirviente, por el amor de Dios.

—¿Como un sirviente? — tuvo el valor de sonar divertido.

—Deberías caminar medio paso detrás de mí. Mantener tu cabeza ligeramente hacia abajo. No mires a los ojos de nadie a menos que se dirijan a ti.

Aunque Gemini siguió sus instrucciones, no pareció hacer mucha diferencia. Aunque se cuidó de estar medio paso detrás de él, Fourth podía decir que no estaba acostumbrado a mostrar tanta indiferencia. Su comportamiento estaba mal, orgulloso, demasiado seguro de sí mismo.

Frunció el ceño, sin saber cómo arreglarlo. No era que los sirvientes no pudieran ser seguros de sí mismos, sino que los buenos sirvientes estaban destinados a no ser vistos. Fourth tuvo problemas para creer que alguien no notaría a este hombre.

O tal vez solo era él. Él estaba tan al tanto de la presencia de Gemini que apenas podía ser un juez imparcial sobre si era notorio o no.

—¿Qué hay de tu otro trabajo? —Dijo mirando al frente—. ¿Quién va a entrenar a ese zywern?

—Ya hice la parte más difícil: lograr que aceptara a un jinete. Cualquier entrenador semi-decente debería poder tomarlo desde allí. ¿A dónde vamos?

No tengo idea.

—Un buen criado no hace preguntas —dijo Fourth con altanería, su rostro un poco cálido.

—Lindo.

—¿Perdón? —Dijo todavía sin verlo. Tenía la sensación de que encontraría a Gemini sonriendo si miraba en su dirección.

—Eres lindo cuando te pones tu propio acto de príncipe.

—No es un acto — se pasó una mano por el pelo—. Y no soy lindo.

—Confía en mí, cariño, nunca usaría esa palabra si no encajara—Gemini soltó una carcajada—. No creo que la haya usado, en realidad. Hasta ahora.

Fourth frunció los labios.

—Te dije que dejaras de llamarme así.

—Mis disculpas, Alteza.

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