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No pudo recordar la última vez que se despertó sintiéndose tan bien descansado.

Fourth abrió los ojos, parpadeando con sueño. Estaba acostado de lado, y tenía un brazo tatuado colgando de la cintura.

Se quedó viendo la mano más oscura que la suya, besada por el sol, sobre su estómago pálido (su camisa aparentemente se había subido) y se preguntó qué le pasaba. Debería haber estado volviéndose loco. Debería haberse sentido avergonzado, sucio y mal. No tenía por qué sentirse tan bien y cómodo en los brazos de un hombre que no era su marido.

Extrañamente, no pudo convocar esos sentimientos.

Todo se sentía... correcto: el ascenso y la caída del firme pecho de Gemini contra su espalda, el calor de su aliento contra su nuca, la pesadez de su brazo.

Su vista se posó en el retrato que colgaba en la pared opuesta, un retrato de él y de Mehmer el día de su boda. Fue dibujado por uno de los artistas modernos más talentosos de la galaxia, y el parecido era asombroso. El artista había capturado perfectamente el cabello dorado de Mehmer, la piel dorada y los risueños ojos avellana.

Vio el retrato, buscando sus sentimientos. Finalmente se sintió avergonzado, avergonzado de que esto todavía no se sentía mal.

Detrás, Gemini murmuró algo somnoliento y lo atrajo hacia él.

Fourth tragó, sintiendo el bulto inconfundible presionado contra su espalda baja. Era solo una erección matutina. Él también tenía una. No significaba nada. Lo que pasó anoche fue... alivio de la tensión, nada más. Apenas se habían tocado el uno al otro cuando se corrieron. Había sido una cosa de una sola vez y nunca volvería a suceder.

Atrapó su labio inferior entre sus dientes, trató de mover la mano sobre su estómago sin despertar a Gemini, pero este murmuró algo y solo movió su mano para acariciar su pectoral como si fuera el pecho de una mujer.

Fourth se sonrojó. Probablemente soñaba con estar en la cama con alguna mujer. Había tenido la impresión de que Gemini di'Lehr había dormido con muchas mujeres.

Nunca con hombres.

Frunció los labios. El pensamiento debería haber sido reconfortante, pero algo le molestaba.

Sus cejas se fruncieron. Tenía que admitir que era... extraño que el hombre no gustara de él. Su apariencia física siempre había atraído mucha atención de las celebridades intergalácticas y los políticos que visitaban Calluvia. Mehmer siempre lo había encontrado divertido, a él realmente le había gustado ser objeto de miradas envidiosas. Pueden mirar y babear todo lo que quieran; soy el único que puede tocarte.

Fourth no había compartido la diversión de su marido. Siempre había pensado que ser considerado como un trozo de carne era degradante, especialmente porque la mayoría de los forasteros no tenían escudos mentales y Fourth tenía que sonreírles y fingir que no tenía idea de los pensamientos viles sobre su boca o su trasero.

Pero por más que no le gustara, estaba acostumbrado. Estaba acostumbrado a ser considerado como deseable. ¿Eso lo hizo vanidoso? Tal vez. En cualquier caso, era extraño para él que Gemini no lo encontrara atractivo en absoluto. No es que quisiera que así fuera, pero era extraño. Eso era todo.

—Si te hace sentir mejor, eres el hombre más hermoso que he visto —dijo una voz soñolienta con una risita—. El más bello de todos.

La cara de Fourth ardió.

—Deja de espiar mis pensamientos.

—No pude evitarlo —dijo Gemini, acariciando su nuca—. Eran muy ruidosos.

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