Capítulo 1

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“El museo de arte de Yokohama tendrá el placer de albergar entre sus instalaciones los últimos cuadros de Chuuya Nakahara, proclamado por el público como ¨el pintor solitario¨ a partir de la semana que viene. ¿Serán estos los cuadros que al fin demuestren algo de alegría o seguirá el autor con su amor no correspondido?”

— Ya ni siquiera tratan de decir algo bueno sobre ti.

— ¿Cuántas veces te he dicho que no leas esas cosas? No tiene sentido hacerlo, siempre es lo mismo con ellos.

Cierto pelirrojo se levantó de su asiento en el sofá y se acercó a quien era su mejor amigo de la infancia para quitarle el periódico que estaba leyendo y tirarlo hacia cualquier otro lado. No se fijó dónde es que caía ya que de todas formas antes acabaría en la basura como todas aquellas revistas y artículos que se empeñaban en hablar de él. Habían pasado ya años desde que tuvo que someterse a la opinión pública y a aquellos que tenían la osadía de creerse críticos expertos sin siquiera saber algo. Una vez había intentado dar una entrevista y solamente consiguió que sus palabras se manipularan de tal forma que nada tenía sentido. Desde ese entonces les tenía un odio que no trataba de esconder.

Sin embargo, a Albatross le hacía gracia las ocurrencias que tenían los periodistas a pesar de la molestia que eran para Chuuya. Leer los artículos que hablaban de él como si lo conocieran de toda la vida y explicaban las supuestas razones por las que actuaba de la forma en la que hacía era simplemente hilarante.

Aunque en el fondo siempre se preocupaba por Chuuya.

— Alguna vez deberías de hacerles frente, se merecen que les cierres la boca de una vez.

— No pienso meterme en eso y lo sabes, lo único que les interesa es sacar una historia dramática que les haga vender más. No voy a contribuir a eso.

El pintor zanjó el tema de esa manera y tras soltar un suspiro decidió darse la vuelta para caminar a la habitación donde ocurría toda la magia, aquello que le había llevado a donde estaba y que era un lugar sagrado para él. Un lugar exclusivo en su casa para pintar y expresar todo aquello que tenía dentro y le atormentaba por las noches. Esas sensaciones que tenía pero no le encontraba explicación alguna.

Encendió las luces correspondientes y pudo ver el desastre que era el sitio actualmente: bocetos desperdigados por la mesa, botes de pintura que habían manchado parte de los muebles, pinceles y los lienzos que estaban a medio acabar distribuidos por el suelo apoyados en las paredes. Lo que aún no había sido utilizado estaba guardado con más cuidado en un armario. Teniendo en cuenta lo metódico y ordenado que era normalmente, sorprendía que tuviera un lugar de trabajo así pero a Chuuya no le importaba. Era el lugar donde su tormento tenía lugar, no podía tener un buen aspecto.

El resto de la casa al menos se mantenía ordenado como a él le gustaba, ni Albatross era capaz de alterarlo sin recibir un regaño a cambio.

A pesar de las vistas dentro de la habitación había una zona en concreto que parecía destacar por encima de lo demás, una pequeña estantería ordenada que contenía una pequeña caja cuidada e incluso adornada. A su alrededor no había nada que pudiese hacerlo caer o siquiera ensuciarlo con polvo. Lo que aquello contenía era lo que Chuuya consideraba una de sus pertenencias más preciadas, aún por encima de sus propios cuadros a los que había dedicado tanto tiempo y esfuerzo.

Camino directamente hacia dicho objeto y tras estirar el brazo lo tomó entre sus manos para poder apoyarlo de forma correcta y lenta sobre la mesa, por ninguna forma iba a permitir que sufriera el mínimo daño por su culpa. La abrió y pudo observar cómo es que se encontraban varios papeles y sobres apilados entre ellos mientras que una flor de camelia roja que estaba seca adornaba todo desde arriba.

El pintor solitario |Soukoku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora