Último extra

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Gruñidos, jadeos y suspiros necesitados eran los únicos ruidos que se entremezclaban con la respiración agitada de los recién casados. Todo lo demás parecía estar fuera de lugar en ese momento, no podía haber nada más importante que sentir al otro. Si alguno de los dos se olvidaba del hecho de que tenía que respirar de forma consciente, realmente no se le podría culpar.

Ni siquiera sabían cómo habían sido capaces de llegar al hotel sin haberse perdido en los suaves y cálidos labios del otro.

Si se hubiese dado la casualidad de que en el ascensor del hotel hubiera habido alguien, definitivamente habría sido testigo de los besos más lascivos y atrayentes que dos personas podrían intercambiar alguna vez en su vida.

Ellos no se habrían detenido ni aún teniendo gente alrededor, llegados a ese punto les daba igual todo. Cualquier segundo lejos de la piel y de la calidez ajena era un tormento que ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar.

Apenas Dazai cerró la puerta de la habitación Chuuya habló.

- Dazai, a la habitación.

- Lo que mi pequeño esposo ordene -rió de forma encantadora mientras que tomaba al contrario en sus brazos.

- Si no estuviera-

- ¿Tán necesitado de mi amor y mi toque quieres decir? -su tono era de burla total- lo siento Chuuya, esa posibilidad no existe.

El castaño empezó a caminar desde la puerta y por el momento simplemente pasó todos los detalles del lugar por alto. Sus ojos únicamente iban mirando lo que tenía delante para evitar golpearse con objetos y así llegar a salvo a la cama.

El también estaba más necesitado de lo que le gustaría admitir.

El camino fue corto pero Dazai no pudo evitar aprovechar la oportunidad de afianzar su agarre sobre el muslo del contrario por encima de su ropa. Sabía que el contacto directo en esa zona solía ser suave y cálido, no podía contener las ganas que tenía de sentirlo de nuevo.

- Chuuya, prometo no dejarte salir de esta habitación hasta que caigamos rendidos.

Dazai volvió a hablar únicamente cuando se encontraron frente a la habitación de matrimonio, donde definitivamente hoy harían de todo menos dormir. Se lo había propuesto a sí mismo y nunca estuvo tan interesado en cumplir su palabra.

- ¡¿Qué tonterías estás diciendo?! -la vergüenza era latente en la voz de Chuuya- ¡Estás demasiado emocionado por esto!

El castaño caminó hasta la cama mientras se reía de forma leve y posicionó a su pareja con cuidado sobre la cama. Se alzó de nuevo y desde la altura le miró con unos ojos que expresaban amor junto con unos destellos de lujuria. Definitivamente los dos estaban impacientes.

- Voy a tener a mi esposo para mí por primera vez desde que hemos ido a esa ceremonia -estiró una de sus manos para posarla con suavidad sobre su mejilla, sus ojos parecían brillar mientras hablaba- ¿No es razón más que suficiente para estar feliz?

Chuuya no supo qué responder ante esas palabras. Únicamente pudo desviar la mirada mientras que sentía como la vergüenza tomaba control de él.

Sus mejillas se sonrojaron de forma inevitable.

- Sabes que una parte de ti siempre estará deseoso de que te toque, que mis dedos te hagan estremecer y querer rogar por más -susurró de forma maliciosa sobre su piel- simplemente admítelo y te lo daré Chuuya. Te daré eso que necesitas tanto.

El mencionado solo pudo soltar el primer gemido dulce de la noche.

Dazai únicamente pudo soltar una risa traviesa por la reacción que había tenido su esposo. Si unas palabras ya le ponían de esa forma, realmente no sabía cómo es que terminaría esa noche.

El pintor solitario |Soukoku|Where stories live. Discover now