11, Navidad en Hogwarts

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11, NAVIDAD EN HOGWARTS

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11, NAVIDAD EN HOGWARTS

En el castillo habían colgado los acostumbrados adornos navideños, que eran magníficos, a pesar de que apenas quedaban estudiantes para apreciarlos. En los corredores colgaban guirnaldas de acebo y muérdago; dentro de cada armadura brillaban luces misteriosas; y en el vestíbulo los doce habituales árboles de Navidad brillaban con estrellas doradas. En los pasillos había un fuerte y delicioso olor a comida que, antes de Nochebuena, se había hecho tan potente que incluso Scabbers sacó la nariz del bolsillo de Ron para olfatear.

La mañana de Navidad, Hermione despertó a Lyra tirándole la almohada.

—¡Despierta, los regalos!

Entornando los ojos para ver en la semioscuridad, Lyra miró a los pies de la cama, donde se alzaba una pequeña montaña de paquetes. Hermione rasgaba ya el papel de sus regalos.

—Otro jersey de la señora Weasley. Azul otra vez. Mira a ver si tú tienes otro.

Lyra tenía otro. La señora Weasley le había enviado un jersey negro con el león de Gryffindor en la parte de delante, una docena de pastas caseras, un trozo de pastel y una caja de turrón. Abrió los demás regalos y se encontró con un cuaderno, una pluma y tinta que le regalaron sus tíos. Con él venía una nota, diciendo que tal vez le gustaría comenzar a escribir su historia en algún lado. Lyra pensó que tenían razón, además podría ayudarla en un futuro. Luego abrió el regalo de Hermione, que era una cadenita y unos aros a juego, con dijes en forma de sol. Lyra se los puso y siguió abriendo regalos.

Una vez que abrieron todos los paquetes, Lyra y Hermione decidieron ir a la habitación de Harry y Ron. Lyra entró primera y los encontró riendo.

—¿De qué se ríen los dos? —Hermione preguntó, soltando a Crookshanks, que no parecía contento con el cordón de oropel que llevaba al cuello.

Lyra soltó un grito al ver el maravilloso regalo que Harry contemplaba. Era una Saeta de Fuego.

—¡No lo metas aquí! —dijo Ron, sacando rápidamente a Scabbers de las profundidades de la cama y metiéndosela en el bolsillo del pijama. Pero Hermione no le hizo caso. Dejó a Crookshanks en la cama vacía de Seamus y contempló la Saeta de Fuego con la boca abierta.

—¡Vaya, Harry! ¿Quién te la ha enviado?

—No tengo ni idea. No traía tarjeta.

Ante la sorpresa de Lyra, Hermione no estaba emocionada ni intrigada. Antes bien, se ensombreció su rostro y se mordió el labio.

—¿Qué te ocurre? —le preguntó Ron.

—No sé —dijo Hermione—. Pero es raro, ¿no les parece? Lo que quiero decir es que es una escoba magnífica, ¿verdad?

Ron suspiró exasperado:

—Es la mejor escoba que existe, Hermione —aseguró.

—Así que debe de ser carísima...

Lyra Black y el Prisionero de Azkaban [3] Where stories live. Discover now