Capítulo 7.

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Los budistas llevaron a la joven al onsen que se encontraba en la parte trasera del templo. La hermosa vista de la flora es la protagonista de este lugar; el calor natural de esta agua hacía que el vapor opacará un poco alrededor.

El lugar se sentía caluroso, pero, agradable para el cuerpo. El sitio perfecto para relajar cuerpo y mente.

Aunque el lugar era tranquilo y agradable, Bonnie no podía estar relajada, su cuerpo estaba alerta a cualquier ruido y movimiento que hubiera alrededor, sin embargo, el cuerpo humano tiene límites y el de ella estaba en su punto de quiebre.

—¿por qué sigues vestida? — la voz ronca del pelinegro hizo que el cuerpo de la joven volviera a tensarse — gatita — el cuerpo y rostro de Agust salieron del vapor ante sus ojos. Vestía una bata negra de seda y su cabello estaba peinado en media coleta; sus pies descalzos caminaron hacia ella.

La joven retrocedió al verlo — ¿qué hago aquí?

El pelinegro levantó una ceja — ¿no es obvio? — desanudo la cintilla de su bata — Vas a bañarme — deslizo la prenda por sus hombros hasta dejarla caer al suelo.

Bonnie abrió los ojos de par en par y dio un grito ahogado, desviando la mirada hacia otro punto. Agust bufó divertido.

El cuerpo de Agust hizo que Bonnie se sonrojara y no era para menos; la joven jamás había visto un hombre desnudo. Y el cuerpo de Agust opacaba las maravillas de su templo. La luz de la luna hacía destacar la piel de porcelana del pelinegro, su cuello recto dejando ver su manzana de Adán, sus brazos alargados y atléticos, sus piernas mostrando su musculatura, su piel era tan blanca que las venas de sus manos podían notarse con facilidad.

La joven había notado todo eso, evitando ver el miembro del pelinegro.

Agust camino hacia el agua, sumergiendo su cuerpo con lentitud, disfrutando el choque de temperatura. Se sentó en una de las rocas que había, dejando al descubierto la parte superior de su cuerpo.

— Ven aquí — ordenó.

La joven se acercó con miedo y vergüenza, evitando hacer contacto visual — ¿qué de-debo hacer?

— vuelve a hacer una pregunta estúpida y colmarás mi paciencia — recargó su cabeza en la orilla de las piedras y cerró los ojos.

Un hombre budista, se acercó a Bonnie con una charola donde había una esponja. La joven la tomó y la sumergió en el agua. Sus manos temblaban al acercarse al pelinegro — voy a to-tocarlo — declaró.

Agust no contestó; la joven acercó cada vez más la esponja al cuerpo del pelinegro, hasta que rozó en él. Noto que no hubo reacción alguna ante esto y decidió continuar, deslizándola por todo el brazo.
Mientras hacía esto, se percató que había varias rocas alrededor y su mente comenzó a volar.

<< ¿Y si lo golpeó en la cabeza con una piedra? >> pensó. Alrededor no había nadie, podría golpearlo y huir rápidamente, correr hasta que sus pies dolieran. En su cabeza eso tenía mucho sentido, quizá la desesperación por ser libre hacia que no midiera las consecuencias de sus actos.

Continúo limpiando el cuerpo del pelinegro, mientras su otra mano tomaba una de las piedras que estaba más próxima a ella. Cuando su mano por fin hizo contacto con la roca, la levantó lento, tratando de no hacer ruido, aunque, la pequeña tierra que caía hizo un sutil sonido, nada de que alarmarse. El pelinegro seguía con los ojos cerrados, su respiración era pausada y relajada, al parecer se había quedado dormido.

—¿amo? — pregunto en tono bajo, mientras acercaba su rostro al de él, verificando que en realidad estaba dormido.

Al no obtener respuesta, decidió actuar. Elevó su brazo para que el impacto tuviera más fuerza, su mano temblaba en la altura; entro en un debate interno entre hacerlo o no, pues en su mente llego el recuerdo de aquel hombre que acababa de ser asesinado a sangre fría por la persona que tiene frente a ella. Ese recuerdo provoco que su mano se dirigiera con fuerza hacia la cabeza de Agust, pero, antes de que la piedra hiciera impacto sobre él, su mano se vio bloqueada por la mano del pelinegro.

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