Capítulo 10.

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El silencio se apodero de la sala

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El silencio se apodero de la sala. Se podía escuchar la respiración de los presentes, tan fuerte y agitada que denotaban desesperación por probar la delicia que tenían frente a ellos. Pero, para la joven, era todo lo contrario. Aquel silencio le inspiraba temor.

El cuerpo de Bonnie se estremecía; los pequeños espasmos musculares de su cuerpo hacían que los rollos de comida se desplazaran de su lugar de origen. Mordía sus labios para contener sus nervios y sus ojos estaban apretados con fuerza.

—Retiren los platos y los palillos. No son necesarios — ordenó el robusto, con la mirada fija e iluminada sobre su presa.

El personal obedeció. Retiro lo ordenado, dejando únicamente las bebidas sobre la mesa. Al amo Agust, le acercaron una bandeja de plata, con agua tibia dentro; las sumergió sobre el agua, desprendiendo la sangre que había en sus manos; al extraerlas, su sirviente las seco delicadamente con una toalla, dejando sus manos depuradas y listas para comer.

Al amo J-Hope, lo ayudaron a desprenderse de su saco negro y doblar sus mangas para tener libre movimiento a la hora de comer.

RM, por su parte, solo deslizo sus mangas por sus antebrazos y coloco la servilleta que reposaba en su regazo sobre la mesa.

Todo estaba listo para la degustación.

—Como es un día especial para ti, te daremos el gusto de empezar — hablo Agust.

—Si, sí. Pero, hazlo rápido, muero de hambre. — el risueño hablo con desesperación; su lengua limpiaba la saliva que escurría por sus comisuras.

El robusto sonrío sutil, marcando sus hoyuelos característicos en su rostro. Deslizo la silla hacia atrás para levantarse, ese chirrido sobre el suelo genero que el corazón de la joven se acelerara; sus latidos podías escucharse en el silencio de la gran sala.

—Es difícil escoger por donde comenzar — dijo el robusto, lamiendo su labio inferior.

Apoyo ambas manos en la mesa e inclino su tronco, acercando su rostro a la cintura de la joven. Su lengua lamió hacia la zona de la ingle delicadamente, hasta llegar al primer rollo; la joven sintió un cosquilleo que se reflejo en su respiración agitada y en un pequeño quejido ahogado.

Al parecer, era una misión sencilla. Solo debía quedarse quieta y callada; o eso pensó ingenuamente.

—El sabor podría mejorar — hablo con la boca llena — Agust, préstame tu daga.

El pelinegro estiro su brazo por encima del rostro de la joven, la cual pudo ver con ojos aterrorizados la filosa daga. Cuando ella estaba a punto de protestar, fue interrumpida por el dolor que le genero el corte que sintió en la parte lateral externa de su pierna; un corte limpio, no tan profundo, pero, lo suficiente para que la sangre escurriera como aderezo.

L I N EWhere stories live. Discover now