• 02 Toda suya, señor

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Una intensa luz blanca te golpeaba directamente en tus ojos mientras se te hacía imposible cualquier intención de querer mover tus extremidades, estabas con esposas en tus muñecas que estaban reposadas sobre una gran mesa blanca en frente tuyo, y por otro lado, tus talones también tenían unas esposas que te mantenían inmóvil y por más que quisieses sólo estar tirada sobre tu cama y poder dormir de manera decente por primera vez en años, un atractivo y corpulento policía no lo estaba permitiendo.

― Hagamos esto rápido, debes saber que no estas en una posición favorable pero tampoco tenemos pruebas en tu contra, la única opción que tienes es aportar con la investigación o tendremos que buscar la manera de meterte tras las rejas por ser cómplice. ― Al parecer lo habías llamado con el pensamiento, el mismo hombre que te había encontrado ayer en tu casa ahora estaba en frente tuyo, tomando asiento en un piso que estaba en un extremo de la mesa y por más agotada que estuvieses, tenías que mantener tu semblante de siempre.

― Buenas amor, dormí bastante bien y si, estoy bien, muchas gracias por la preocupación. ― Alzaste una ceja mientras intentabas dar todo de ti para iniciar una curvatura en un labio, formando una sonrisa coqueta.

― Basta de juegos, he tenido la paciencia suficiente contigo.

― Se nota que no sabes tratar a una dama, procura usar el por favor y el gracias, cielo.

Un fuerte golpe provocó que saltaras en tu lugar, el hombre había dejado caer su gran mano en forma de puño sobre la mesa e hizo que esta se removiera por la fuerza aplicada en el puñetazo, el pequeño sentimiento de miedo había crecido en tu pecho pero pudiste sobrellevarlo.

― Bien, empecemos por lo básico entonces si hablas de modales, ¿Me indica su nombre, señorita? ―Acomodó sus gafas y sacó una pequeña libreta que estaba dentro de un bolsillo en su camisa, y otro hombre que no habías visto nunca estaba a espaldas de el, ahora ofreciéndole un lápiz.

― Mía.

― ¿Mía?

― Toda suya, señor. ― Quisiste sonar burlesca y a pesar que estabas sobrellevando bien tus expresiones, tus manos no paraban de temblar y una atrevida gota de sudor fría estaba recorriendo tu frente, pero no ibas a dejar que esto se llegase a notar.

Tu mirada tuvo que subir porque el contrario se puso de pie, podías deducir a simple vista que medía más de dos metros y que por lo musculoso que era lo hacía ver más grande de lo que era. Las fuertes manos del hombre fueron directamente a tus brazos que ya estaban algo maltratados de antes, por un momento pensaste que quizás te iban a llevar de regreso a la celda en la que pasaste la noche pero no fue así, te levantó bruscamente y por las esposas en tus pies, casi caes pero el fuerte agarre del chico te mantuvo de pie y el dolor se hizo presente, temerosa te atreviste a verlo a sus ojos y estos desbordaban furia, se veía tan molesto.

―Linda, mi nombre es Linda, señor. ― Dijiste cuando ya te veías acorralada, pensaste que esto iba a ser fácil pero tu esposo Alexander siempre tuvo razón, la policía "gringa" era otra cosa y por nada del mundo tenían que caer en sus manos, pero ahí estabas.

― Si hubieses cooperado desde un inicio no hubiésemos tenido que llegar a esto. ― Soltó bruscamente tus brazos y eso provocó que cayeras como peso muerto sobre la silla, haciendo doler tu trasero. ― Mi nombre es Miguel O'hara, soy el agente y jefe policía y soy el que lleva a cabo la investigación de tu esposo Alexander Gonzalez, acusado de narcotráfico, asesinato, secuestro y otros delitos que aún no podemos corroborar con exactitud.

Era obvio que algún día Alex iba a cometer algún error de tal calibre que iba a ser buscado por la policía de Nueva York, miles de veces había sido advertido de no meter su mercancía por estos países pero la riqueza lo cegó por completo, y claro que iba a escapar a penas tuviese la oportunidad, sin importarle dejarte expuesta a la boca del lobo, porque también tenía la seguridad que tu no ibas a dejar salir una sola palabra y por más que quisieras, no podrías dar alguna pista de donde estaba porque tampoco sabías, sólo tenías conocimiento de alguno de sus trabajos pero no ibas a tomar el riesgo de contárselo a la policía, mejor que nadie sabías la poca humanidad que tenía y de lo que era capaz de hacer contigo si descubría que lo habías delatado, la sola idea provocó escalofríos en tu cuerpo.

𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐞𝐬𝐭 𝐃𝐚𝐲𝐟𝐫𝐚𝐬𝐞 ─ Miguel O'haraWhere stories live. Discover now