• 07 La fruta prohibida

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El camino de vuelta fue silencioso, pero esta ida a casa fue distinta a otras, ya que en lugar de mantener silencio y uno mirando el manubrio, a la vez que tu mirabas por la ventana, ahora compartían pequeñas miradas y una que otra sonrisa, no sabías como interpretar ello pero estabas demasiado comoda como para arruinar ese pequeño jugueteo por una absurda duda,

Cómo siempre, Miguel fue todo un caballero en apresurarse en abrir tu puerta y extender su mano para que se te hiciera más facil bajar, pero hoy el hombre deslumbraba gentileza, a tu falta de conocimiento y confianza, creiste que sólo se debía a su cuidado por lo herida que estabas. Pusiste un pie en el piso y el cambio de temperatura provocó un fuerte escalofrio en ti, que te obligó a agarrarte aún más del hombre, pero el no se alejó y sólo tomó tu cintura hasta dejarte en frente de el, cubriendo parte de tu cuerpo con el suyo, prohibiendole a las bajas temperaturas afectarte.

― ¿Vas a renunciar a ser policia para volverte mi principe? ― Alzaste tu mentón para verlo, y te derretiste. Miguel te estaba sonriendo.

― ¿Debería? ― Un pequeño guiño que pasó casi desapercibido provocó que tu corazón casi abandonara tu pecho, por obligación bajaste la mirada e intentaste calmar aquel desconocido sentimiento.

La subida al piso correspondiente fue corta, se mantuvieron conversando y en cuanto el elevador abrió sus puertas, se encontraron de frente con una pareja de ancianos que quedaron viendo sorprendidos, la anciana tenía los ojos a duras penas abiertos y a simple vista, se veía bastante mayor, nunca los habías visto pero podías suponer que eran vecinos de piso de Miguel.

― Buenas, ¿Todo bien? ¿A donde van tan tarde? ― Miguel tenía un tono de voz distinto, parecía ser dulce con la pareja, algo que te enterneció.

― Mi niño, hoy es jueves y Ronaldo tenía que ir a retirar las compras del mes, pero lo ha olvidado y no tenemos para la cena de hoy, así que todo regañado lo llevo a retirar todo ahora. ― La mujer tomó a su esposo por el brazo y lo sacudió un poco, exponiendo el error de su marido.

― Esta mujer no puede empatizar con su pobre marido, no sé ni que día es hoy y pretende que recuerde algo como eso, creo que olvida que somos viejos. ― Ronaldo acomodó sus lentes con sus manos temblorosas, pero sin dejar de sonrein.

― ¡Tu estaras viejo! A mi me queda juventud de sobra. ― No pudiste evitar rein un poco, y eso captó la atención de la apreja de ancianos, que no habían notado tu presencia aúnm Miguel notó eso y posicionó sus dos manos en tus hombros.

― Por cierto, les presento a L... ― La presentación fue interrumpida por unos brazos ajenos envolviendote, y mayor fue la confusión cuando pudiste asimilar que era la anciana.

― ¡Mi Vicky! Lo lamento tanto, quizás estoy un poco vieja y mis ojos no me acompañan mucho, no veo muy bien y mi memoria me falla a veces... Pero en fin, estoy tan feliz de verte, hace tiempo no te veíamos por aqui.

¿Vicky?

― Cielos, sí, nuestra querida Vicky finalmente se dignó a volver, pensamos que nos habías olvidado o habías dejado a este hombre por gruñón, que felicidad verte por aqui de nuevo. ― El hombre se acomdó los lentes una vez más y se acercó a acariciar tu hombro, y por la sorpresa, no fuiste capaz de decir algo, te mantuviste en silencio y los miraste confundidas a ambos, pero la mirada final se la llevó Miguel, que estaba algo palido.

―Lo siento, pero creo que hay una confusión. ― Una risa nerviosa se asomó entre tus palabras, pero fuiste completamente ignorada.

― ¡Ah, Vicky! Antes que lo olvide, la ultima vez que me visitaste, me mencionaste que aún buscabas un sitio donde ver un vestido de bodas, y pude encontrar el numero de contacto del lugar donde compró mi nieta, es un lugar realmemte hermoso y hay una cantidad exagerada de vestidos, pude conseguirme una revista. ― La mujer sacó su bolso y parecía buscar algo en ella.

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⏰ Last updated: May 27 ⏰

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𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐞𝐬𝐭 𝐃𝐚𝐲𝐟𝐫𝐚𝐬𝐞 ─ Miguel O'haraWhere stories live. Discover now