• 06 Ya has caído

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― Necesito que se quede tranquila.― Hablaba el doctor, que llevaba intentando limpiar tus heridas desde hace un rato.

― Usted no sabe tocar a una dama, debe ser cuidadoso, doctor. ― Dijiste entre quejidos, buscando disimular tu claro dolor bajo los ojos de Miguel, los cuales te miraban atentos y preocupados.

No sabías que hora era exactamente pero sabías que ya llevaban un par de horas en el hospital, estaban en unas salas diferentes ya que estabas bajo investigación y no podías poner un pie en un hospital normal, también estabas bajo vigilancia por algunos policías y el doctor no era el más sútil de todos, nadie lo era con una supuesta criminal, después de todo.

― Necesito que se quite la blusa. ― El hombre de bata blanca se puso de pie y caminó hasta su estante, de donde sacó más gasa e hizo un cambio de guantes.

Tu obedeciste y con cuidado de no pasar a llevar tus otras ventas, posicionar tus dedos en los bordes de tu prenda y la fuiste retirando, tu piel se erizó por el cambio de temperatura que fue chocando en tu carne expuesta y cuando la blusa rozó tus costillas, casi dejando a la vista tus pechos, unas manos se posaron sobre las tuyas, deteniendo por completo.

― ¿Qué necesita hacer que requiere que se quite la blusa? Deme indicaciones y yo lo realizaré en donde está bajo vigilancia, doctor.― Miguel volvió a bajar tu blusa y sin soltar tus manos, las apartó hasta tu estómago, y lo quedaste viendo desde abajo, cómo siempre miraba sin expresión alguna y sus palabras sonaban duras, a pesar de que haber preguntado algo, sonó más como una orden imposible de negarse, más para el doctor que lo veía algo intimidado.

― Bueno, sólo limpieza en sus heridas y las vendas, nada complicado. ― El hombre mayor se acomodó sus lentes, se veía que no tenía ni la valentía de mirar a los ojos a Miguel, y un hormigueo se fue instalando en tu estómago ante la posibilidad de que el castaño no deseara que te quitaras la ropa en frente de tantos hombres, o sólo deseaba irse lo antes posible a casa, quizás te estabas volviendo una niña que creaba escenarios falsos en su cabeza con alguien que la ignora, ya no tenías 15 años.

― Necesito que la lleven a mi camioneta y me esperen ahí en lo que yo paso a mi oficina, debo resolver algunos asuntos y en una hora estaré con ustedes nuevamente, y no quiero que le quiten un ojo de encima. ― Apuntó con su dedo índice a cada uno de sus compañeros y se volteó a verte, y te brindó una sútil sonrisa, que sólo se podía notar a tus ojos.― Ellos te cuidarán, avisame lo que sea que pase cuando vuelva.

― Sí, cuídate. ― Respondiste pero Miguel ya se había ido de la sala y ahora estabas a solas con todos ellos, ninguno te miraba ni te dirigía la palabra, después de todo el jefe había hablado y ellos debían obedecer.

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Punto de vista de Miguel

― ¡Te falla la cabeza! Estas mal, realmente mal, Linda es la única testigo que tenemos y ha sido todo un trabajo que quiera aportar en el caso, para que vengas tú y tú tendencias psicópatas, y hagas que nuestros esfuerzos no hayan valido la pena.

― ¡No sabemos si es testigo aún, puede que sea una cómplice! Y haré todo lo que esté en mis manos para que abra la boca, Alexander es alguien que actúa rápido y cambia mucho de ubicación, no nos podemos dar el lujo de esperar a que su perra quiera hablar cuando se le plazca. ― Dante se dejó caer en una silla a espaldas de Miguel, por lo que no pudo notar que expresión habías puesto después de haber escuchado la palabra "perra".

― ¿Qué dijiste? ― Tomaste el respaldo de la silla giratoria y la volteaste hasta quedar frente a frente con el contrario, pusiste ambas manos en los apoyabrazos de esta y acercaste el rostro hasta quedar a pocos centímetros, mezclando ambas respiraciones agitadas, la tuya de ira y la de él por miedo.

𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐞𝐬𝐭 𝐃𝐚𝐲𝐟𝐫𝐚𝐬𝐞 ─ Miguel O'haraTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang