• 03 Confiando en el enemigo

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Tu húmedo musculo recorrió toda la longitud de su dedo, partiendo por la raíz y finalizando en la punta, propinando un sonoro beso en la yema, el pecho de Miguel subía y bajaba frenéticamente, su otra mano parecía ansiosa por acercarse a ti y tu quisiste ayudarlo con eso, diste el último paso que bloqueaba el choque entre ambos cuerpos y en cuanto estuvieron pegados una fuerte energía en ambos tactos recorrió sus cuerpos, crepitó como electricidad y terminó por cortar la respiración del más alto, tus pechos se acolchonaban en el enorme pecho del hombre y por más que la diferencia entre los dos era innegable, era un hecho que sus siluetas encajaban casi como si de un rompecabezas se tratase.

Alzaste una de tus rodillas hasta llegar a lo más alto y poder rozar la entrepierna del hombre, tal como sospechabas, su tamaño era acorde a sus proporciones físicas y sin temor alguno comenzaste a rozar en círculos aquel lugar, tus movimientos eran sutiles pero lo suficientemente provocadores para sacar de quicio al contrario, sabías que ibas bien por los pequeños jadeos que escapaban rebeldes de la boca de Miguel y sus ojos se fueron cerrando de a poco, ahora sólo se había entregado a ti y tu ibas lo ibas a recibir a brazos abiertos, su erección palpitaba sin vergüenza alguna sobre tu piel y deducías que por su ajustada prenda lo hacía más tortuoso, pero tu podías arreglar eso, y de muchas maneras.

 Te tomó por sorpresa que la ansiosa mano a la cual no le habías quitado un ojo de encima, ahora iba directo a ti, precisamente a tu cintura, te quedaste quieta para permitir el agarre pero en cuanto la punta de sus dedos llegaron a rozar tu cuerpo, pareció casi como si Miguel hubiese apretado algún tipo de botón que le enviaba miles de señales que tenía que detenerse, porque de un segundo a otro se alejó a una distancia bastante considerable a comparación de lo pegados que estaban, parecía haber visto un fantasma por lo horrorizado que estaba.

─ Mierda, esto está horriblemente mal. ─ Miguel con bastante dificultad se reincorporó y volvió a su común semblante serio, hace unos segundos no parecía ser un hombre muy intimidante, habías hecho temblar al gran jefe.

─ ¿Qué está mal? Yo te veía a gusto. ─ Resoplaste a la vez que hacías un puchero, creíste que quizás esta vez Miguel podría ceder pero te equivocaste, no te ibas a rendir tan fácil y si pudiste hacer dudar a alguien cómo él al poco rato de llegada en su casa, ya podías hacerte una idea de como iba a funcionar los días que te esperaban, o mejor dicho, lo esperaban a él. 

─ Sólo estoy tan agotado y lleno de trabajo que me descuidé, no creas que esto significa algo ni mucho menos que causas algo en mi, métetelo en la cabeza.─ Estaba furioso, pero sabías que no estaba furioso contigo si no que con el, estaba molesto por haber cedido con tanta facilidad, no quería reconocer que había desarrollado una debilidad por tu toque, que esa peligrosa atracción se hizo presente en cuanto cruzaron miradas por primera vez.

No quería reconocer que te habías vuelto más peligrosa que cualquier delincuente más buscado, más peligrosa que el mismísimo Alexander, el narcoterrorista más sanguinario de todos los tiempos.

─ Te doy 5 minutos para preparar tu habitación y darte una ducha, no quiero perder el tiempo contigo aquí y tengo mucho trabajo que hacer, te meteré bajo llave si es necesario si desobedeces mis palabras.─ Y tras decir eso, se retiró de la cocina.

Sabías perfectamente donde estaba tu habitación, era lamentable que estuviese al final de ese extenso pasillo y que esta quedara tan lejos de la habitación de tu objetivo, pero para tu suerte era una habitación de lujo y con una cama de dos plazas, no era tan lujosa como la de tu casa pero al menos esta vez ibas a poder pasar una noche sintiéndote a salvo, pero no íbamos a profundizar en eso ahora. Estaba a la vista tu gran maleta encima de tu cama y te acercaste a pasos lentos, abriste el cierre con cuidado de no estropear tus uñas y para tu mala suerte tu maleta parecía un chiste, se notaba que había sido preparada por Dante que ya de por sí tenía una negativa fijación contigo, dentro habían pocas prendas y no habían rastros de tus accesorios, de hecho, se había tomado el atrevimiento de equipar algunas pipas utilizadas por tu esposo para consumir hierba y eso hizo hervir tu sangre, pero estabas lo suficientemente acostumbrada a recibir humillaciones, no ibas a tomarle importancia justo a esta.

𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐞𝐬𝐭 𝐃𝐚𝐲𝐟𝐫𝐚𝐬𝐞 ─ Miguel O'haraWhere stories live. Discover now