Capítulo 4. Mónica

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 Jueves, un día más y acaba la semana. El domingo he quedado con mis padres, tengo que contarles que me fui de casa de mi marido y que el lunes, empiezo los trámites de separación. Como los conozco, he quedado con ellos para desayunar, en una cafetería cerca de mi casa. Sitio neutro.

Sabéis que días es hoy, pues sí, día de inauguración del local de Marcos. Eso significa, que debe de estar de los nervios, lo que Marta por simpatía hacia su marido, estará igual y nos volverá a nosotras locas. Es un ritual de siempre, pero Noemí y yo, ya no la hacemos caso, seguimos a nuestras tareas. Cuando nos dice algo, asentimos con la cabeza, como si le diéramos la razón en lo que habla. No se entera, no se enfada.

-Tenéis la ropa para esta noche, chicas? –la miramos por lo loca que nos parece en estos momentos, dejo de escribir en mi ordenador.

-No, Marta. Pensamos que la fiesta era de temática y hemos elegido Adam y Eva, vamos desnudas –le digo toda seria, porque sé que no me escucha, oigo a la otra tonta reírse –pero como somos dos chicas, vamos las dos de Eva, con una serpiente de plástico por los hombros, te parece bien? -la vemos asentir con la cabeza.

-Me encanta, vais a estar preciosas –de verdad, esta chica no se entera. Es mi mejor amiga, pero hay momentos, que apetece matarla –no seáis malas, llegar pronto, no me dejéis sola.

-Nena, eres la esposa del dueño, tienes que atender a la gente, posar para las fotos y salir divina, mañana todos te verán en el periódico y esta noche esas fotos, ya estarán en las redes sociales –mierda, ya metí la pata, eso de las redes sociales lo lleva mal, hay quien escribe sobre ella, en estos eventos, intentando sacarle los defectos que no tiene –lo siento, es de mal gusto esa broma. Olvídate de la gente, disfruta de esta noche con tu marido.

Se despide de nosotros por décima vez, pero ahora sí, sale por la puerta de la oficina. Si no me equivoco, su ritual es irse ahora a darse un masaje, para luego ir a la peluquería y luego descansar un poco, antes de la loca noche.

Estoy en mi oficina ahogada con la contabilidad de unos clientes. Oigo carraspear a Noemí, levanto la cabeza y la encuentro en la puerta apoyada, sonriendo.

-Has vuelto a ver al desconocido? –ese tono de burla ya no gusta, después de tres días.

-No, no lo he vuelto a ver. Y te aseguro que no lo veré. Además, debe de estar casado –veo la cara de ella, como si me preguntara porqué lo sé –venga ya, esos chicos tan guapos, o están casados o son gays. Todos están cogidos, nada que hacer.

Ya es hora de cerrar, colgamos el cartel "Cerrado por evento", eso sí, apagamos teléfonos de trabajo, sólo llevamos el personal. Hoy es fiesta, nada de curro. Nos vamos a mi piso, Noemí vive a las afueras de la ciudad, perdería mucho tiempo. Además es divertido, mientras nos vestimos, un par de copas de vino nos tomamos. Cuando se va acercando la hora, nos llegan mensajes de Marta, "donde estáis" "me las vais a pagar" "os doy dos minutos para llegar" a cada mensaje nos reímos más, debe de estar tirándose de los pelos.

Llegamos al lugar, nos quedamos mirando la fachada, absolutamente increíble, un chalet abandonado, cerca del puerto deportivo, ahora es Vive la vida, un local echo a capricho, con gusto y millones. Así es Marcos.

-Vosotras a vuestro ritmo –oímos que nos grita la loca de turno, seguimos haciéndonos fotos –queréis meter el culo en el local, me estoy aburriendo.

-Ven, baja aquí, hazte una foto con nosotras y deja de decir tonterías –le grito, baja despacio las escaleras, la vemos caminar con esos tacones y cuando llega a nosotras, se ríe –los nervios no valen para nada, sabes que va a tener éxito, dime un solo local, que no funcione? –se encoje de hombros, normal, porque sabe que tengo razón.

Simplemente túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora