Capítulo 44. Juanjo

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Llevo esperando a Nico diez minutos de reloj, si pudiera lo estrangulaba con mis propias manos.

-¿Sr Méndez? -me pregunta una chica, asiento con la cabeza, no tiene ropa de enfermera, pero sé que trabaja aquí -puede acompañarme. Venga detrás de mí, por favor -pensaba que me llevaba a la oficina de Nico, pero cuando la pasamos de largo me doy cuenta de que no -es aquí -abre una puerta y me deja entrar -ahora viene el Dr y habla con usted.

Me fijo en la sala, es amplia aunque fría, nada de cuadros, ni fotos. Hay un ventanal, que se ve la sala de al lado, algo me dice que la persona que esté en esa parte, no puede ni oírme, ni verme. Se abre la puerta y aparece Nico.

-Lo siento tío, una complicación de última hora. Y no, no fue tu chica -me mira investigándome -¿te gusta como quedó el centro? Con dinero ajeno es más fácil -dice riéndose -es una broma Juanjo, quiero que te relajes, te noto tenso.

No hablo, no estoy tenso, estoy nervioso por verla.

-Voy a tener una sesión con ella, en esa sala. Esto es común hacerlo, sobre todo con pacientes que no son dadas a abrirse a la gente y decirles como se sienten -asiento -no te ve, ni te oye, pero tú sí.

Oímos la puerta abrirse de la sala de al lado, la misma chica que me trajo hasta aquí, hace pasar a Mónica, que por unos segundos queda sola.

Camino hasta el cristal, la miro y observo. Si antes me parecía guapa, ahora me parece arrebatadora.

-Tienes silla para sentarte, quieres que te traigan algo? -niego con la cabeza -luego te veo.

Le despido pero sin mirarle, no le quito ojo a mi chica. La puerta de su sala se abre y ve a Nico. Ella le recibe con una sonrisa amplia.

-Buenos días Mónica, como estás? -le pregunta formalmente.

-Bien, estuve en el gimnasio haciendo algo de deporte y hasta ahora leyendo en el jardín. Así es mi vida de aburrida -le dice con sarcasmo.

-Si te dijera que hoy tengo un regalo para ti.. -los ojos de ella de hacen enormes -te voy a dejar hacer una llamada, piensa bien a quien...

-Juanjo, quiero hablar con él -dice sin dejarle terminar.

-Estás segura? Tus padres, Marta... -será cabrón el loquero.

Ella niega con la cabeza. Se sienta en el sillón, sube las piernas y las abraza con sus brazos, apoya la cabeza en las rodillas y mira fijamente a Nico.

-Le echo de menos, bueno a los demás también, con Juanjo me siento querida, protegida -se limpia alguna lágrima que se le escapa -sé que no hice bien las cosas, pero...necesito tenerlo cerca de mi -veo como Nico la abraza, la consuela, como me gustaría estar en el lugar de él, veo como mi amigo mira hacia la puerta y asiente, yo hago lo mismo, pero no se ve a nadie. 

-Si quieres hablar con él, no puede notar en a voz que lloraste -la puerta de mi sala se abre, la chica que me llevó hasta allí, me hace una señal y voy tras ella.

Me señala la puerta que hay al lado, me dice que espere un momento. Veo salir a Nico, sonríe.

-Entra, prometo que esa sala estará vacía, nadie os oirá hablar -trago saliva, no me salen las palabras -si a ella le apetece, podéis ir a pasear por el centro -se ríe mientras habla -ella es paciente y tú...uno de los dueños -se carcajea, me guiña un ojo y se va.

Abro la puerta y la veo en la misma posición de antes, camino despacio y me pongo detrás de ella, levanta la cabeza y la ladea un poco.

-Nico, porqué te echaste el perfume de... -mira para atrás y me ve, se le ilumina el rostro con esa sonrisa -Juanjo, Juanjo.

Simplemente túWhere stories live. Discover now