Capítulo 25. Juanjo

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No puedo creerme que Mónica acepte ese puto trato. Tenía tanta rabia dentro de mí, que le quité las manos de mi cuerpo a la fuerza y salí dando un portazo.

En mi cabeza solamente me sale la imagen de mi morena en la cama con ese cabrón, dentro de una semana, será completamente de él.

Me echo un segundo chupito, necesito pensar que es todo un mal sueño, pero no, no es un sueño, es la realidad. Tomo de un trago el whisky y la rabia me hace estampar el vaso en la pared, haciéndose añicos.

-Quieres que te pase otro vaso para estrellarlo, puede ser que después de una docena, te sientas mejor -la voz de Mónica me parece música celestial.

-Ya no hay la docena, en la anterior discusión que tuve contigo, rompí un par de ellos -le digo, siguiéndole la broma, aunque ninguno se ríe.

-Por mi culpa, vas a tener que beber directamente de la botella -oigo los pasos que se acercan -tenemos que hablar, no vale que te escondas.

Niego tajantemente. Sus brazos vuelven a rodearme la cintura, desde la espalda. Cuando ella me toca, me hace débil, como si fuera mi kriptonita. Se gira hasta ponerse enfrente de mí, me sigue rodeando con sus brazos.

-Quiero quedarme así toda la semana, pegada a ti. Que tu aroma se cale por todos los poros de mi piel -miro hacia otro lado, porque ahora mismo, lo único que quiero es hacerla mía, marcarla como mi propiedad -mírame, por favor -niego, sin más se aparta -sé que te hice daño con mi respuesta, pero no voy a cambiarla, no puedo hacer eso a mis seres queridos. Prefiero morir, antes que mis padres vean ese video, ni que los padres de Marta, se enteren que clase de juegos practica su única hija.

Sigo mirando al infinito del mar, desde una ventana que hay en el salón. Necesito que vuelva a abrazarme, la necesito cerca, pero no me atrevo a pedírselo. La oigo caminar por la estancia, lejos de mí.

-Lo siento de verdad, no quería hacerte daño -la oigo llorar -si es lo que quieres, me voy. Será mejor así, despedirnos ahora, sufriremos menos -por el reflejo de una de las puertas, veo que sube un escalón para irse.

-El año sin ti, va a ser muy largo morena -le digo sin mirarla, me giro y voy caminando hasta ella -imaginarte con...

No me deja terminar la frase y sus labios están sobre los míos.

-No lo nombres por favor, no lo nombres, te quiero a ti, solamente a ti, un año y nadie nos separará, lo prometo -me dice mirándome a los ojos, la beso en la nariz, sonríe y echa hacia atrás la cabeza -me vas a dar esa semana para recordar?

Mis manos se colocan a cada lado de sus caderas, sin decirle nada, sus piernas me rodean, la amiga que tengo escondiéndose, dentro del pantalón de deporte, se alegra de sentirla. Cuando mi mano roza su culo, me doy cuenta, que no lleva esos vaqueros tan sexys, lleva un vestido fino, largo y con botones en la parte delantera.

-Te has cambiado de ropa, cariño -le digo besándola -esos pantalones, me encantaban, te hacen un cuerpo espectacular.

-Fui a casa a por una bolsa con ropa, para pasar esta semana contigo -me dice metiéndome su lengua hasta mi garganta, pegamos nuestras frentes, queremos hablar, pero nuestra lívido está demasiada subida -llévame donde quieras, me da igual, pero tú y yo solos.

Camino con ella todavía encima, suavemente su espalda se junta a una de las paredes de pladur, la pido que se sostenga fuerte, mientras yo voy quitando los botones uno a uno. Cuando el vestido lo ve oportuno, los tirantes se arrastran por los hombros de mi mujer.

Voy besando, por el rastro que deja la tela, veo como sus pechos, van apareciendo, mi polla los conoce sin verlas y da un brinco, que ella lo nota, me sonríe. Baja sus piernas y sus pies descalzos, tocan el suelo. Se aleja un poco, lo justo, para dejar que el vestido caiga al suelo y deje ver su cuerpo desnudo, porque os juro, que no lleva ropa interior.

Simplemente túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora