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En la habitación del hospital se oyeron dos toques. Sakura quien entró luego de su encuentro con el niño pelinegro, dijo un leve "pase", viendo como la puerta se abría poco a poco, mostrando los ojos verdes de una mujer rubia.

"Hola... Sakura."

"Mebuki." Arrastro las letras al reconocer a la mujer. Su nueva supuesta madre o tía.

"Si, veo que él ya te platicó sobre nosotros." Se señaló y al señor de cabello rosa opaco y oscuro a sus espaldas. "Nos emociona poder recibirte. Venimos para llevarte a casa."

Sakura no dijo nada y solo recogió su mochila con sus cosas. De milagro los Jounins ineficientes no revisaron sus pertenencias.

Se acercó a ellos y esperó a que le indicaran el camino hacia la puerta y lograr salir de una vez.

Sakura giraba su cabeza, mirando por los pasillos, buscando a cierto niño de piel pálida, le daba curiosidad. Había oído sobre el gran clan Uchiha, el más fuerte, bajo la perspectiva de algunos. Si ese niño seguía los pasos de sus antecesores, podría tener potencial de prodigio, y poseer algo que ella no tenía, talento natural.

Al ver que no se encontraba por ningún lado, decidió seguir a esa familia hasta su casa. Nada comparado con la base de Amegakure, pensó, pero no tenía mucho derecho a negar algo en ese instante. No cuando esa familia le ayudaría con su objetivo.

"Y bien... esta es nuestra morada." Intentó sonar amable el hombre de la familia, Kizashi.

"Acogedor." Trató de sonreirles amablemente. No tenía caso ser grosera en ese momento, así que solo acepto su hospitalidad.

"Se que es difícil, pero haremos todo lo posible para que estés cómoda. Kizashi trabaja como vendedor, así que habrán momentos en los que no este. Si deseas algo házmelo saber." Dijo Mebuki

"...Bien."

"Tu habitación está arriba a la derecha."

"Gracias."

Y sin más, Sakura subió hasta su habitación. Un cuarto de paredes rosa grisáceo, un pequeño armario, un escritorio, una cama lo suficientemente grande, y lo que le llamó la atención, una biblioteca.

Fue hasta la biblioteca y empezó a mirar de reojo los libros. La mayoría eran novelas o cuentos, que probablemente serían aptos para su edad. Sakura tomó uno que le llamó la atención, la bella y la bestia.

Sakura ojeó las páginas viendo dibujos en ellas, y al leer la parte de atrás, decidió fundirse en la lectura, escapando del mundo de afuera, del mundo en el que Nagato la alejó por su bien, del mundo en el que de un día para otro, todo cambió radicalmente.

Leyó el como el príncipe de un reino, había perdido a sus padres, y sin su guía, tuvo que hacerse cargo de un reino a su corta edad de 13 años. En su inseguridad y arrogancia, la cual solo era un reflejo de la anterior y su coraza, se volvió un niño cruel y antipático.

En una de las grandes fiestas del palacio que mantenían al joven príncipe fuera de su soledad, una vieja plebeya pedía ayuda al palacio para poder pasar la helada noche de invierno. El príncipe le negó la entrada, creyendo que hacia lo correcto al mantener una autoridad.

La vieja, afuera del palacio, muriendo de frío, pudo comprobar los rumores sobre su gobernante, gobernante que no se daba cuenta del hambre de su pueblo. Así que la vieja reveló su forma, rompiendo el portón del palacio con magia. Se mostró a sí misma como una bruja, como aquella que decidiría el juicio del príncipe por su crueldad impertinente.

La bruja decidió convertirlo en una bestia, y que, hasta que su corazón no se volviera noble, justo y valiente, no podría volver a su forma original. Dejó una flor mágica como tiempo limite, y cuando aquella flor haya marchitado, su forma actual sería permanente, al ser un reflejo de su interior.

Arashi no SakuraWo Geschichten leben. Entdecke jetzt