Capítulo Final

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A mediados de noviembre, Sergio encontró una casa de la que se enamoró a primera vista. Era una casa de dos pisos estilo Tudor en un barrio tranquilo, con calles flaqueadas por árboles, a unos kilómetros de la casa de los padres de Max. Comparada con la casa de los Verstappen era pequeña, pero con cuatro dormitorios y tres baños, era mucho más de lo que Emmily y él necesitaban.

Tenía un jardín con un par de robles cuyas ramas eran perfectas para montar una casita en el árbol o un columpio y, aunque estaba mas o menos cuidado, Sergio estaba seguro de que Christian podría darle muchas ideas para mejorarlo. Los propietarios vivian ahora en otro país, de modo que podía mudarse en cuanto llegaran a un acuerdo. Si todo iba como esperaba, Emmily y él podían estar allí para el día de acción de gracias o al menos Navidad.

Aquel día Max iba a ver la casa. Se lo había pedido él ya que iba a pagarla con el dinero de la herencia de Emmily, y lo espero en su coche, en el camino de entrada. También el coche era nuevo. No era nada lujoso pero contaba con todas las comodidades y los dispositivos de seguridad necesarios.

Las hojas se arremolinaban en la acera cuando Max apareció con su Lexus y Sergio salió del coche para recibirlo. Como siempre llevaba un traje de chaqueta oscuro y, al verlo, su pulso se acelero.

No habían estado solos desdé la rueda de prensa; Sergio se había asegurado de que fuera así. Y no estarían solos mucho tiempo porque la agente inmobiliaria estaba a punto de llegar. Pero se preguntó si habría sido un error dejar a Emmily en casa de los Verstapen. Al menos con la niña en brazos no sentiría la necesidad de abrirlos para Max.

–Hola Sergio.
–Hola–Sonrió él, frotándose las manos para controlar el frío–¿Qué te parece la zona?
Metiendo las manos en los bolsillos del pantalón, Max miro alrededor.
–Estupenda–Respondió–El valor de las propiedades aquí nunca sufre grandes bajones. y la casa es muy bonita.
–Los árboles ayudan mucho–Dijo él señalando un roble. Sus hojas se habian vuelto amarillas y la mayoria se habían caído, dejando al descubierto un nido de ardillas entre sus ramas.

–Emmily lo pasara en grande cuando sea mayor.
–Dimelo a mí. La pobre está deseando moverse y esta mañana se ha puesto de rodillas en la cuna–Sonrió Sergio–Cualquier día empezara a gatear y a tocar todo lo que encuentre.
Max miró hacía el coche.

–¿No la has traído?
–No, esta con tu padre.
La agente inmobiliaria llegó en ese momento y, después de disculparse por llegar tarde, abrió la puerta y les hizo un gesto para que entrasen.
–Si no les importa me quedaré afuera. Tengo que hacer un par de llamadas mientras usted le enseña la casa al señor Verstappen.

Sergio tragó saliva porque no tenía más remedio que aceptar. Pero la puerta se cerró tras ellos y con un golpe que hizo eco por toda la casa.
–Los suelos de parqué son los originales y están bien conservados.
-Ya veo.
Sergio le señalo una habitación a la derecha.
–¿Por qué no empezamos por el comedor?

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Max tenía en mente otras cosas, pero lo siguió habitación tras habitación, escuchando pacientemente sus planes para decorar la casa. Estaba claro que le encantaba. y a él tambien a él le gustaba. Aunque las paredes necesitaban una mano de pintura, era un sitio bonito y con carácter. Sin duda, una vez que se mudara allí en poco tiempo y con poco esfuerzo lo convertiria en un hogar.

Incluso ahora, mientras iban de un lado a otro, podía imaginarlo sentado en el salón, frente a la chimenea, diciendole a Emmy que no se acercara demasiado.
En la cocina haciendo galletas o tomando un té, en la biblioteca con Emmily en brazos, leyendole un libro.
Y cuando llegaron al dormitorio del piso de arriba lo imaginó en una cama grande, con un camisón de satén y sonriendo mientras alargaba la mano en un gesto de invitación.

Bebé por sorpresaWhere stories live. Discover now