Sonrisa.

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Sinopsis del capítulo: Toya, de doce años, piensa en cómo conoció a Keigo y en cuanto ama la sonrisa de éste.

SONRISA

Todoroki Toya se acercó la primera vez a Takami Keigo porque éste espantó a los demás niños.

Él no lo hizo activamente, más bien, los otros decidieron que no podían manejar a un niño cuya cara carece de emoción y que raramente parpadea. El pelirrojo les llamó «débiles» en su mente, porque Keigo no le dio nada de miedo a Toya, tal vez también porque los mismos mocosos dijeron que él, Toya, era demasiado mandón y pegajoso para tenerle como amigo.

Así que rencoroso y audaz, se acercó al rubio de pequeñas y bonitas alas rojas.

Fue un poco (mucho) impresionante como el Takami en ese entonces controló con precisión su aroma alfa, la mayoría de las personas de su edad no lo conseguían al ser tan jóvenes e inexpertas.

También fue agradable que por primera vez nadie se quejó de su olor agobiante (aunque da igual ahora que Keigo le compara con el sol). Porque de modo peculiar, incluso si con seis años lo normal es ser muy emocional y que esto mismo avive la esencia de cada uno, en el caso del primogénito de los Todoroki, bueno, la cosa se pone tan intensa y aturdidora que el estar cerca de él, es como si alguien constantemente te golpeara con un ladrillo la cara.

Riendo ante los recuerdos, Toya, de doce años, rueda por su cama y disfruta del ruido de fondo (que es alguna canción romántica pop).

Sí, Keigo no hizo una expresión de disgusto cuando el aroma de Toya llegó hasta su nariz en esa primera interacción (ni en ninguna otra), más bien, pareció librarse de cualquier tensión, y gustoso le siguió el juego al Todoroki el resto de la tarde. Hasta ese entonces nunca había tenido éxito para socializar con gente fuera de su familia (e incluso ellos a veces podían cansarse de él).

Así que no fue una sorpresa que Toya volviera a jugar con Keigo la próxima semana. Eso se repitió sin cesar hasta que años después ambos son el mejor amigo del otro. Aunque, personalmente, el mayor entre los dos piensa que su amor sólido se está transformado.

¿En qué?, no quiere reflexionar aún sobre ello, prefiere ir con la corriente y que algún día llegue a él una epifanía.

De todos modos, a pesar de las futuras variaciones, Toya sabe con certeza que siempre querrá ver la brillante sonrisa de Keigo.

Keigo, que al principio solo curvaba suavemente sus labios cuando le empezó a traer distintos tipos de comida (mostrando una pizca de curiosidad y maravilla en sus ojos, años más tarde, él entendió que se debió a que su amigo no estaba acostumbrado a probar tanta variedad de alimentos). Cuyo gesto vivaz se volvía más obvio cuando Toya con confianza tomaba a Keigo de la mano, además de bañarlo en su aroma cálido y dulce (como bien describiría el rubio el aroma del omega). Tan así, que la alegría en el Takami era tan contagiosa que su buen humor duraba varios días, aun si Enji de nuevo no le entrenaba.

Incluso ahora recuerda claramente la gran sonrisa de Keigo cuando le regaló un peluche de Endeavor hecho por sus propias manos. O cuando éste salió de su casa abusiva, y a partir de allí ambos pudieron ir a dónde quisieran y hablar por teléfono. O la otra maravilla cuando Toya dijo sin tapujos que Keigo es la persona más importante para él.

"Aunque últimamente es complicado ponerlo tan contento que se olvide de lo demás", piensa mientras abraza con fuerza su almohada. El entrenamiento de héroe de Hawks es cada vez más pesado, tanto que cuando el otro está libre, Toya logra hacerle reír, sí, pero éste todavía parece divagar en sus futuras tareas a cumplir y movimientos que perfeccionar.

Enfurruñado, Toya decide que sacará su arma secreta la próxima vez que vea a su amigo, esa que al ir creciendo ahora solo utiliza en ocasiones especiales:

Le dará un beso en la mejilla.

Eso siempre provoca la sonrisa más bonita de Keigo. 

N/A. La idea de que los pequeños Toya y Keigo le parezcan «raros» al resto se quedó como mi headcanon. En parte porque Keigo es un niño que viene de una familia abusiva, por otro lado, Toya es muy intenso además de obsesivo. Entonces, los demás niños que han estado en mejores entornos familiares y que se comportan más «normales» según la sociedad, no saben cómo interactuar bien con Keigo y Toya, además de tacharlos de eso, extraños.

También aquí a Toya no se le pasa por la cabeza que Keigo tenga una relación cuestionable con la Comisión (en su defensa, tiene solo doce años).

Recuentos de la vida | HawksDabiWhere stories live. Discover now