Capítulo 04: No dejes que te salven

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El mundo pareció sumirse en la falta de ánimo tras la noticia

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El mundo pareció sumirse en la falta de ánimo tras la noticia.

Algunos se sorprendieron, otros alegaron que ya era algo sabido. Que si lo decían era para hacerlo público, oficial de una buena vez. La tarde del día de ayer estuvo repleta de comentarios, algunos buenos y otros no tanto, pero se nota que el revuelo marca presencia.

Incluso Lisa y Adam se ven raros, diferentes. Ella suele ser dulce aunque parezca capaz de matarte, y él suele verse como un constante estoy cansado de vivir cuando en el fondo es un ser amoroso. Los tres somos algo así como el trío emo, los amigos introvertidos que solo conviven entre ellos y por eso se aíslan del resto de las personas. Pero hoy, luego de lo que sucedió ayer, algo ha cambiado.

Pareciera que la información nos bajó los ánimos por completo, en especial a ellos. Los profesores de la Academia, sus miembros, hasta los viejos alumnos, todos se ven afectados. Más que por los sueros, estoy segura de que se debe a la aceptación de una realidad: los dones están en peligro. Incluso mi hermana Morgan, que siempre luce una sonrisa, estaba algo frustrada esta mañana.

En este momento me paso las manos por los pantalones ajustados que llevo, en un desesperado intento por calmarme. Se supone que nos realizarán las pruebas luego del almuerzo que se está llevando a cabo ahora. En tan solo unos minutos, esta Academia dará inicio a un proyecto que puede cambiarlo todo.

Tener que enfrentarme a esto se siente... no sé, raro.

Soy parte del problema, al fin y al cabo.

No, peor todavía.

Soy el problema.

¿Qué pensaría Nathaniel de mí si estuviese aquí para opinar?

Probablemente que soy una estúpida por querer intentarlo.

Observo con curiosidad a las personas que me rodean. Adam, a mi izquierda, mastica una manzana verde mientras mira hacía ningún lado en específico. Parece distraído. Por otra parte, Lisa se ve tan nerviosa como yo. Mueve los dedos sobre la mesa y se toca constantemente las mejillas, gesto involuntario en ella.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando noto que, de repente, el leve murmullo que predominaba en el aire desaparece. El comedor entero acaba de perder la continuidad ante una interrupción esperada, programada. La puerta se abre, dejando entrar al profesor Signer. Él, que no es un hombre precisamente muy alto, trae varias hojas en una mano y en la otra, arrastra un banco de madera. Camina con tranquilidad hasta el centro de la sala, acompañado de la atenta mirada de todos encima. Una vez allí, apoya el banquito en el suelo y se para sobre él. Todo el show se trata de su necesidad de tomar altura para que podamos verlo.

Observa a la multitud y habla.

—Buenas, buenas —saluda, algo emocionado—. Creo que resulta evidente a qué se debe mi presencia por aquí, pero lo preguntaré de todos modos. ¿Están al tanto de que deben realizar una prueba para la OCD, verdad? —recibe un por respuesta y prosigue—. Genial. Todas las actividades académicas serán interrumpidas por ello. Ahora bien, necesito que sean organizados, y que entiendan que los resultados serán confidenciales, así como también los pasos que deben seguir con posterioridad en caso de resultar electos.

Deja que brille ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora