Capítulo 12: Imprudencia

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La sala de entrenamientos es diferente estando vacía

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La sala de entrenamientos es diferente estando vacía. Más grande, menos estresante, y por sobre todas las cosas, más limpia. No hay ese olor a sudor ajeno que tanto me molestó el primer día en el que me encerraron horas y horas junto a Even. Y eso que todavía no mencioné el cansancio muscular que vino después, la sensación de un dolor que supe desde el primer instante que iba a joderme el resto de la semana.

Even hace que todo esto no sea solo cuestión de mejorar mi don. Para él, lo primordial es que también aprenda a defenderme sin tener que recurrir todo el tiempo al hilo dorado. En más de una oportunidad intentó explicármelo, y en otras tantas me di cuenta sola. Mientras que Kia y el resto de entrenadores se centran sólo en explotar los dones, Even no. Al menos eso es lo que escuché durante el almuerzo, porque por alguna razón es bastante molesto que se intente priorizar algo que hace tiempo se perdió, y es el saber defenderse sin una ayuda extra.

Jean y yo llegamos al mismo tiempo. Even estaba ya, de pie, justo en mitad de la sala, con su postura siempre perfecta y el traje más azul de los entrenadores. En cuanto nos ve ingresar a través de la puerta, me dedica una sonrisa cordial.

—Ginebra, Jean —dice a modo de saludo.

Sé que también es el único que sigue llamando al resto por su nombre. Fuera de eso, no somos más que un número.

—Tuve una divertida conversación con Kristen durante el almuerzo. Resulta que tuvieron su primer evaluación grupal ayer —comenta, sin perder ni un solo segundo de su tiempo en introducciones—. ¿Cómo creen que les fue?

—A parte de que casi muero —respondo—, excelente.

—Ginebra sigue un poco molesta porque el grupo logró irse y a ella la atrapó su propio don. —Jean, ahora sin sonrisa de por medio, se encoje de hombros cuando Even le dedica una mirada severa—. Muero por ver qué nos depara la siguiente prueba.

—En realidad, estuve observando las grabaciones. Todos los entrenadores y encargados del proyecto lo hicimos. Y es importante mencionar que ustedes dos resaltaron por sobre los demás. Se adaptaron a las circunstancias y trabajaron juntos para superarlas, cosa que nadie del grupo hizo. —A medida que habla, Even alterna sus ojos entre los dos. No sabría decir si está orgulloso o más bien molesto—. Podría decirse que siguieron la regla de oro de la OCD al pie de la letra. No dejaron a nadie atrás.

Cada vez que Even me mira, sé con exactitud qué es lo que no ve en mí, a diferencia del resto de personas que me conocían antes. Porque todos siempre supieron de mí que era la débil sin don. La que iba al fondo de la sala cuando este tema se sacaba durante las clases. La que solía terminar llorando de la frustración por no ver su capricho cumplirse con la misma facilidad que el resto. Todos me conocieron así. Como Ginebra Holiday, un problema. Sin embargo, desde que entré a la OCD todo eso de mí cambió, y Even ni siquiera se dio cuenta. Para él, soy fuerte, ágil, y a pesar de mis fallos de novata, tengo mucho que aprender para mejorarlos. A través de los ojos de Even, no soy lo que todos siempre me dijeron que era.

Deja que brille ©Where stories live. Discover now