Capítulo 13: Don de piedra

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No sabría distinguir con exactitud en qué momento termina la reunión

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No sabría distinguir con exactitud en qué momento termina la reunión. De lo más interesante de rescatar del resto de cosas que se hablaron, podría ser el momento en el que uno de los dirigentes del Ala C se quejó de que seguía sin haber un verdadero compromiso por parte del Regimiento para con ellos. Que ya no sabían hasta qué información podían compartir sobre el proyecto con las familias de los reclutados. Y claro, ahí me di cuenta de algo catastrófico, y es que soy la única cuya madre está más o menos al tanto de todo esto. El resto lo tiene un poco más complicado, más confuso, aunque a pesar de ello den aires de haberse adaptado con tanta facilidad a esta primera semana.

Lo que me hace preguntarme... ¿por qué quieren mantener la verdad de todo este proyecto tan oculta? ¿Están evitando que se desate un caos social allá afuera? ¿O es que ya está sucediendo, y ahora no saben cómo controlarlo?

Sea como tenga que ser, Rosé y Edgar dominaron las preguntas con todo tipo de respuestas, cada cual más tranquilizadora que la anterior. Pareciera que tienen una solución para cada problema. A la cuestión de las familias, resolvieron darles la tranquilidad de que sus hijos están a salvo, de que la OCD los protege y que, de hecho, es el lugar más seguro para estar ahora mismo. Que están siendo entrenados para un fin, sí, pero que no hay ni una sola vida que esté en juego.

Cosa que me suena a la mentira más grande que alguna vez escuché. Y eso que podríamos decir que tengo experiencia.

Para mi suerte, antes de que la reunión termine como tal, Kristen Hale se levantó, pidió disculpas, y poco tardó en retirarse. Nada de esto tuvo lugar sin que, antes, ella y Even intercambien un par de miradas sospechosas, unas que al parecer soy la única a las que prestó suma atención. Entre ellos dos hay una complicidad extremadamente llamativa, una que no consigo comprender si es del todo buena.

Pero la repentina ausencia de Kristen me salvó de tener que mantener una charla obligada con ella cuando todos se levantaron de la mesa para volver a repetir el mismo saludo. Una mano en el corazón, la otra en contacto con los otros. Creí que estaba todo hecho, que solo me quedaba irme, hasta que Even se me acercó por la espalda.

—Señor Hale. —Antes de que pueda siquiera intentar saludarlo, él asiente con la cabeza, como diciendo «está bien, no hace falta»—. No quiero sacarle mucho tiempo, solo... recordarle mi petición.

Oh, mierda.

—Te escucho —digo con calma, ocultando mis manos detrás de mi espalda para que no note que empiezan a sudarme.

Sé que Even es consciente de que eso es algo que me sucede. Toda la semana estuvo trayendo un polvo a los entrenamientos para que no me sea una molestia.

—Bueno, la reunión que programamos para la semana entrante, por supuesto. Creo haberle mencionado que estoy preocupado por una de mis alumnas.

—Dime su número —pido, fingiendo estar al tanto de lo que me habla.

Deja que brille ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora