Mēre (1)

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Rhaenyra no había escuchado nunca una propuesta fuera de lugar donde involucrara a los hijos de su madrastra y los suyos, nada igual como una unión nupcial.

—Está decisión fue muy difícil de tomar, pero es necesaria —dijo Alicent, creando un eco en la sala del consejo.

—¿Necesaria para quién? —preguntó Rhaenyra, con las cejas enarcadas—. ¿Para ti?

—Para todos —la corrigió sin modales. —Sabes que existe una brecha entre la familia y está es la mejor solución. Lo sabes.

Rhaenyra casi y se echa a reír, pero eso sería grosero.

—Eso hicimos —dijo ella—. Te propuse unir a Jace y a Helaena. Lo cual rechazaste.

—Di la palabra, Rhaenyra. Solo una simple palabra.

Aunque quiso hacerse la desentendida sabía que Alicent daba a entender que como heredera al trono trataba la manera de involucrarse como se esperaba, pero como hermana, dejaba a desear en contadas ocasiones en las que se había visto. Sin embargo, como madre, todo lo que estuviera relacionado con sus hijos le pertenecía para hacérselas dar. ¿Estaría allí por motivos más importantes que no hacer un trato? Era su juego, sus reglas.

—No puedes esperar a que acepte esto —repitió Rhaenyra y negó con la cabeza. —¿Acaso mi padre dio su aprobación sobre esto?

—Lo hizo —dijo Alicent, con una seguridad casi excesiva en su tono de voz. —Aemond y Lucerys serán la salvación de la Casa Targaryen.

Por el rabillo del ojo, miro a su esposo contraer el rostro en una expresión que daba pista a saber cuál debería ser su reacción al escuchar a Alicent, esperando que esta revocara lo dicho. Rhaenyra se encontraba petrificada, incapaz de gesticular algo.

—Este matrimonio es una alianza de paz —añadió Otto—. Una alianza como lo fue tiempo atrás con su difunto esposo, princesa. —La horrible voz de aquel hombre le mandó un escalofrió desagradable por todo el cuerpo. La mandíbula de su esposo rechino lo suficiente algo para que los presentes alcanzaran a escuchar.

—No. Declino tu oferta —dijo ella—. ¿Cómo puedes pensar que yo aceptaría eso?

Estaba siendo demasiado orgullosa, si ella no había aceptado su propuesta años atrás ella tampoco tenia que hacerlo. No importaba lo desesperada que estuviera para recurrir a una unión nupcial. Aunque se reprochaba como no se le había pasado por la cabeza esa idea antes.

Alicent suspiró de una manera que sugería que estaba a nada de perder la paciencia.  

—Es algo... normal entre los Targaryen, Rhaenyra —reflexionó—, hay matrimonios entre mujeres sin la necesidad de un hombre —mencionó con modestia sin dejar de mirarla.

Parecía estar sin ánimo de ofenderla, pero le fue increíble la osadía. Aunque, como su trabajo diario no era gran cosa.

—¿Estás dispuesta a esto? —le preguntó a Alicent, aspiraba a que dudara de su propia fantasía—. ¿Aemond lo está después de todo?

—Aemond sabe que esté es su deber y él lo cumplirá como debe de ser —Lord Otto repuso, asintiendo con la cabeza cuando ella lo miró. Como si hiciese falta su opinión para convencerla.

Rhaenyra negó con la cabeza, otra vez.

—No estoy segura de eso. Aemond lo odia, ¿y quieren casarlos? ¿Has pedido el juicio, Alicent? —le alzó la voz.

—Y por esa razón tenemos que hacer esto, no pueden pasarse toda la vida odiándose.

—Es que no... —su mirada se desvío hacia la silla que era de su padre en el consejo—, es mi dulce niño,  Alicent. —Rhaenyra buscó con la mirada a Alicent, esperando que la suplica la hiciera dejar de lado su idea—. Debe haber otra manera, debe existir otra...

The blood of duty.Where stories live. Discover now