Ampa (10)

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—El príncipe estará bien, le dará un poco de fiebre por las noches pero eso será todo. —Informó el Maestre Gerardys, para la tranquilidad del príncipe Aemond. —Si hubiera permanecido más tiempo en el agua el riesgo sería aún mayor —le dijo con gravedad. El Maestre se levantó de la cama y se giró para mirar al príncipe.

Aemond miró al Maestre antes de que su mirada se desviará a Lucerys. Su pecho subía y bajaba con cada respiración que daba, sus cejas estaban levemente ceñudas en sus sueños cuando sus labios se fruncieron, como si estuviera por despertar, pero no era así.

Dejó salir un suspiro, enterrando la familiar sensación que se sentía en la habitación y dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo.

—Me quedaré aquí está noche. Puedes retirarte.

Se acercó a la cama y tomó asiento en la orilla, mirando con atención la tranquila respiración de su marido. Como sus mechones húmedos del cabello oscuro de Lucerys estaban esparcidos por su rostro.

Escuchó a sus espaldas al Maestre carraspear, requiriendo de su atención.

—Lo conveniente sería que avisemos a la princesa Rhaenyra de la situación en la que se encuentra el príncipe Lucerys.

Las cejas de Aemond se fruncieron.

—No —espetó rápidamente, aclarándose la garganta.

Veía a Lucerys envuelto entre los edredones para que su cuerpo encontrará el calor que necesitaba. Las horas habían pasado con más rapidez que cualquier otro día, mientras miraba a su esposo respirar de una forma tranquila y lenta, a pesar de los leves temblores al cambio de temperatura. Hasta que su cuerpo se calentó lo suficiente para que sus temblores cesarán.

—¿No has dicho que estará bien? —le preguntó al Maestre Gerardys.

El Maestre trago saliva, enderezándose. —Sé lo que he dicho príncipe, pero…

—Nadie avisará a nadie. —Aemond espetó, por encima de la voz del Maestre.

—Pe… pero, príncipe, la princesa debe enterarse de lo que ocurrió con el príncipe Lucerys. Lo que pasó no puede dejarse pasar así y menos para la familia. —Le dijo él, con el temblor en la voz.

Aemond se volteó para mirarlo por encima de su hombro. —Ya te he dicho que no. Nadie debe saberlo. Lucerys es mío para proteger.

El Maestre bajó la mirada, verlo a la cara con la enorme cicatriz y sin tener el parche cubriendo su ojo, lo hacia verse más intimidante de lo que era.

—Mientras sigas suministrándole las hierbas correctas todo estará bien. —Se levantó de la cama y se acercó al Maestre, guardando las manos en los bolsillos del pantalón. —Si llegó a enterarme que me has desobedecido te cortaré la lengua y las manos.

El Maestre levantó la cabeza, obligándose así mismo a mirarlo a la cara, clavando sus ojos en el suyo y sintiendo la valentía por un momento. Una reacción que no paso desapercibida para él, se mostró divertido por la señal de rebelión del Maestre Gerardys.

—Mi deber es informarle todo lo que ocurra a la princesa Rhaenyra, y si eso involucra contarle lo sucedido de hoy lo haré, aunque mi lengua y mis manos se me sean arrebatadas. —Le dijo él, sin titubeos.

The blood of duty.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt