Capítulo 2

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Los días son cada vez más fríos. Todavía no ha nevado, pero Riley está segura de que no tardará en llegar la primera nevada del año a la ciudad de Nueva York.

Corre sin descanso hacia la estación, sintiendo cómo sus pulmones se llenan de aire helado. El ejercicio es parte de su rutina, pero estos días lo necesita más que nunca, se siente más nerviosa de lo normal y no sabe por qué. Quizá porque su reciente ascenso a subcapitana hace que esté, por fin, a un paso de ser nombrada capitana, y siente la presión, quizá porque quiere hacer un gran trabajo como subcapitana, o quizá porque tiene miedo de meter la pata y enfrentarse a una degradación de puesto.

Hoy le toca turno de día, su favorito. No hay nada que disfrute más que un día de duro trabajo, quizá sí, un día de duro trabajo y volver a casa, a su cómoda y caliente cama. Riley ama lo que hace, cree que es una labor importante, que hay que tener valor para dedicarse a lo que ella se dedica, que es duro, y eso también le gusta, pero lo único que no disfruta es dormir en la estación. Prefiere su cama mil veces a una incómoda litera desde la que oye roncar a Tim, Ben y Thomas como si fuesen la puñetera orquesta sinfónica.

Atraviesa corriendo la enorme puerta del garaje de la estación, ensimismada, cuando ve por el rabillo del ojo una silueta que la hace detenerse en seco y volver a la realidad. Gira sobre sí misma y se encuentra cara a cara con Rachel, la despampanante morena a la que tuvo el placer de salvar en el restaurante hace un par de días. Lleva un vestido similar al del restaurante, esta vez rojo granate, de corte formal, con unos tacones bajos dorados y un bolso al hombro, a conjunto.

Se quita los auriculares mientras avanza hacia ella. La morena le dedica una amplia, aunque tímida sonrisa.

—Hola.

—Hola —Riley devuelve el saludo con una expresión de extrañeza y sorpresa en el rostro —¿Qué haces aquí?

Rachel se encoge de hombros y le tiende una bandeja.

—Quería darte las gracias de nuevo.

—¿Y esto? —pregunta la bombera mientras coge la bandeja.

—Mi modo de agradecértelo.

Riley observa la bonita expresión de Rachel y por un instante siente la necesidad de invitarla a salir, pero su parte racional impide que lo haga. Está centrada en su carrera y su última relación fue mucho más que una distracción, fue un completo desastre. Una relación es lo que menos necesita ahora.

—Gracias. No suele ser lo habitual que alguien venga hasta la estación para traer...

—Lasaña.

—Lasaña —observa la bandeja, tapada con mimo con papel de aluminio y un lazo que impide que se mueva —¿Y esto? —pregunta fijándose en una pequeña nota cogida al lazo.

Rachel da un paso más hacia Riley, manteniendo su sonrisa.

—Me gustaría seguir agradeciéndotelo, si te parece bien. Es mi número de teléfono.

Riley abre los ojos de par en par por un instante. Suele ser ella la lanzada, la del desparpajo, pero parece que con Rachel nada sigue su curso habitual. La bombera no puede más que sonreír halagada.

—¿Me llamarás? —pregunta ella inclinándose ligeramente hacia delante.

—Es una oferta difícil de rechazar.

—¿Es eso un sí?

Justo cuando Riley va a contestar presa de los encantos de Rachel, la sirena empieza a sonar a todo volumen, retumbando por las paredes de la estación.

Cierra los ojos con fastidio.

—Tengo que irme. El deber me llama.

—Sí, corre, corre, ve. Ya tienes mi teléfono, así que... —Rachel da media vuelta sobre sí misma, con un gesto muy femenino, que hace que Riley esté a punto de morderse el labio, y camina hacia la puerta sin tan siquiera percatarse del efecto que ha tenido en la rubia.

—¡Tienes que saber que por tu culpa no voy a poder ducharme! —exclama mientras Rachel se aleja. La morena da media vuelta y su melena ondea acompañando su cuerpo antes de que se encoja de hombros y le dedique una bonita sonrisa.

—¡Riley! —exclama Kate, una de sus compañeras. Al parecer parte de sus compañeros ya han llegado al garaje y se están vistiendo para responder al aviso. Ni tan siquiera se ha dado cuenta.

Riley sonríe para sí antes de sacudir la cabeza, dejar la bandeja a un lado, cerca de la pared y correr a ponerse las botas y el uniforme con las protecciones.

Los dos camiones de bomberos salen rápidamente de la estación. El primero, conducido por Steven y cuyos pasajeros son Kate, Benedict, Tim y Riley; y el segundo con el capitán y otros cuatro miembros del equipo.

—Esa chica... me suena de algo, ¿es la chica del restaurante? —pregunta Kate con curiosidad. Al parecer Benedict y Riley no fueron los únicos que se fijaron en ella.

A Riley no le suele apetecer charlar cuando van a dar respuesta a una llamada, pero la imagen de Rachel ha estado reproduciéndose en su cabeza sin parar durante dos días seguidos y no cree que vaya a desaparecer, mucho menos ahora que ha decidido pasarse por la estación para darle una lasaña y su número de teléfono.

—Ajá —responde Riley.

—¿¡La morena!? —pregunta Ben emocionado —¿Ha preguntado por mí?

Riley no puede evitar reírse.

—Lo siento, tío, pero no.

Un Benedict contrariado y con el ceño fruncido añade:

—¿Y qué hacía aquí entonces?

Riley desvía la mirada antes de responder vagamente:

—Quería darme las gracias por evitar que acabase chamuscada en la cocina.

—¿Cómo las gracias?

La bombera se encoge de hombros.

—Ya sabes, lo típico, me ha traído lasaña y... su número de teléfono.

—¡Anda ya! No me jodas.

—Así te lo digo.

—Qué suerte tienes —sigue Benedict —pero tengo que decirte una cosa, si empezamos a ser competencia en cuanto a morenas buenorras se refiere... nuestra amistad va a sufrir las consecuencias.

—Así que la subcapi ha ligado eh... —añade Tim, el único bombero al que casi todo el resto de los compañeros aborrece —¿Vas a llamarla?

—No lo sé, Tim.

—Si lo haces, cuéntanos los detalles sórdidos, siempre me han gustado las historias de chica con chica —y por ese tipo de comentarios es que nadie en el cuerpo de bomberos puede estar más de dos minutos junto a él sin querer golpearle o poner los ojos en blanco.

La sonrisa de Riley se desvanece de golpe. Se desabrocha el cinturón y avanza hacia Tim, sentado frente a ella, al otro lado del camión. Cuando sus rostros están bien cerca, casi rozándose, Riley empieza a hablar con tono calmado, pero amenazador.

—¿Qué pone aquí, Tim? —pregunta ella señalando la parte alta de su pecho izquierdo.

—Subcapitana Jacobs.

—Exacto Tim, Subcapitana Jacobs. ¿Y aquí? —vuelve a preguntar señalando ahora la pechera de él.

—Thompson.

—Muy bien. Eso significa, Tim, que delante de mí tienes que guardar las apariencias y esconder esa parte de adolescente idiota que tienes dentro. No voy a tolerar comentarios de este estilo estando de servicio. De hecho, no pienso tolerarlos a mi alrededor bajo ninguna circunstancia. ¿Queda claro?

Tim aprieta los puños, pero asiente.

—Sí, subcapitana. Lo entiendo. Lo lamento.

Riley vuelve a su sitio y vuelve a abrocharse el cinturón.

—Se acabó la charla ¿de acuerdo? Quiero a todo el mundo concentrado.

La subcapitana muestra un rostro neutro, pero por dentro siente nervios. Su primera llamada como subcapitana, un fuego de nivel 2, suficientemente serio como para requerir dos camiones de bomberos, uno de ellos capitaneado por ella. No puede cagarla pues, nunca mejor dicho, es una prueba de fuego para ella y su reciente ascenso a subcapitana.

Law and Fire - Leyes y FuegoWhere stories live. Discover now