Capítulo 3

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El cuerpo de bomberos llega a la estación tras la llamada. Riley está cubierta de ceniza y polvo. Pasa una mano por su cabello e intenta limpiarse inmediatamente con la otra. Gruñe un tanto asqueada, su pelo tiene la textura de un estropajo. Desea llegar a casa rápidamente y dormir hasta el día siguiente, aunque no sean más de las seis de la tarde, pero no puede ni imaginar ir caminando por las calles de la ciudad con la pinta que tiene ahora mismo por lo que, muy a su pesar, elige darse una ducha en la estación antes de irse a casa.

El agua caliente la apacigua, a pesar de que hay otros compañeros y compañeras de charla en las duchas, ella apenas oye aquello que dicen, tan solo disfruta del calor del agua en su cuerpo. Ha sido una llamada dura, pero todo ha ido bien, y se siente orgullosa de su primera actuación como subcapitana. No han perdido a ninguna persona y salvo un par de rasguños, ningún miembro del equipo ha salido herido. Podría decirse que ha sido todo un éxito.

Sale de la ducha envuelta en una toalla blanca y coloca otra más pequeña encima de su cabeza, simplemente dejada caer.

—¿Vas a llamarla? —pregunta Benedict en voz baja mientras se seca el torso con una toalla ridículamente pequeña en comparación a su tamaño.

—¿Por qué estás tan pesado con este tema? —pregunta ella de vuelta.

—Porque hace tiempo que no te veo mirar a nadie como la miraste a ella en el restaurante.

—Es preciosa, Ben, pero eso no significa que quiera algo con ella.

—No te estoy diciendo que te cases, Riley, solo que la llames.

—Yo también la llamaría si fuese tu —añade Kate con su habitual tono jovial.

—Por dios, ¿me dejáis en paz?, ¿Por qué no os llamáis entre vosotros?, no sé, id a tomar algo. Así dejaréis de hablar de mí un ratito.

Ambos se miran y Kate, con las mejillas ligeramente sonrojadas, se gira para cambiarse, dándonos la espalda.

—Creo que le gustas —susurra Riley al oído de Ben.

—Es mi subordinada, Riley.

—Ni que eso te hubiese detenido antes. Mientras no afecte al trabajo a mí me da bastante igual lo que hagáis con vuestro tiempo libre.

—No lo dices en serio.

—Y tanto que sí.

Una vez cambiada y habiendo dejado a un más que pensativo Benedict en los vestuarios, baja hacia el garaje, con la mochila a hombros, para por fin ir hacia casa. Está cansada, realmente agotada y... ¡hambrienta!

De pronto recuerda que no ha comido en todo el día y que una preciosa y desconocida chica, le ha traído una lasaña que se ha quedado en un rincón de la estación cerca de nueve horas y que ahora teme que esté para tirar. Gira sobre sus talones y va directa hacia la bandeja. Con cuidado la recoge del suelo, retira el lazo, guardando la pequeña tarjeta con el número de teléfono de Rachel y alza el papel de aluminio.

Suspira aliviada. Huele estupendamente. Su estómago empieza a rugir al instante, por lo que tapa la lasaña de nuevo y se encamina hacia casa, con paso apretado, deseando hincarle el diente al plato que tiene delante. Va a ser toda una tortura recorrer el trayecto oliendo la cena.

—¡Oh, Dios! —exclama Riley al dar el primer bocado. El sabor del tomate, las finas capas de masa y la carne inundan su paladar —Mmmm... —gime mientras saborea.

Sin darse cuenta acaba por comerse media bandeja de lasaña antes de ir al sofá con el estómago lleno.

Tumbada boca arriba saca la tarjeta escrita a mano de Rachel. Juguetea con el papel, dándole vueltas a la idea de llamarla. Debería hacerlo, ¿no? Al fin y al cabo, ha sido un detalle bonito y está deliciosa. Es cuestión de educación, sin ir más lejos.

Law and Fire - Leyes y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora