Capítulo 4

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—Vete a casa, Jacobs —recomienda Thomas.

—Tengo que terminar el informe, capitán.

—Ya lo harás mañana. Me has contado lo que ha ocurrido y tus compañeros tienen una versión mucho menos dura, en cuanto a tu papel se refiere, de lo que ha pasado. No te machaques. ¿Cuántas veces le dijiste que debía quedarse quieto?

—Ya ni me acuerdo. Más de diez.

—Exacto. No puedes sentirte culpable porque ese pobre hombre haya fallecido.

—Es más fácil decirlo que hacerlo, se lo aseguro.

El capitán le sonríe con ternura.

—Estoy seguro. Pero creo tener la solución. Sal un rato. Ve al bar con tus compañeros, sé que algunos han ido al bar de la esquina a tomar algo. Estoy seguro de que te vendrá bien.

—¿Es una orden? —pregunta ella.

—Así es.

Tanto Thomas como ella saben que jamás desobedecería una orden directa, sea cuales sean las circunstancias. La bombera cierra los ojos y asiente.

—Está bien. Terminaré esto mañana. Gracias, capitán.

—Anda, vete de aquí.

Tras una breve visita a los vestuarios, y ya ataviada con su ropa de calle, Riley camina despacio hacia el bar, siendo lo que menos le apetece hacer en este momento. No está de humor para estar rodeada de sus compañeros, tener que forzarse a hablar con ellos, a responder sus preguntas o a forzar una sonrisa cuando le dediquen sus palabras de ánimo, cosa que sabe que harán. Tendrá que fingir y no quiere hacerlo.

Sin darse cuenta pasa el bar de largo y sigue callejeando hasta detenerse frente a un bar irlandés. Quizá sea buena idea no ir a casa todavía, sentarse en la barra del bar a solas y tratar de no pensar.

Decidida, entra en el establecimiento. Por suerte, a pesar de que las mesas del bar están casi todas ocupadas, gran parte de la barra está libre.

Se sienta sin muchas ganas y espera a que el camarero la atienda:

—¿Qué te pongo? —pregunta con una sonrisa.

—Una cerveza.

—¿Jarra?

Ella asiente sin darle más importancia.

No llevará más de diez o quince minutos en el bar, luchando con todas sus fuerzas contra sí misma y los intentos de su mente por arrastrarla por el fango y llenarla de culpabilidad, cuando siente el ligero contacto de una mano en su hombro. Frunce el ceño, dispuesta a despachar rápidamente a cualquier pesado que se haya propuesto invitarla a una copa, pero su expresión cambia radicalmente cuando se encuentra cara a cara con la preciosa morena y sus ojos marrones.

—Me alegra ver que no te has chamuscado en ningún incendio —dice a modo de saludo, mirándola de arriba abajo.

—¿Cómo?

—Creía que teníamos una cita hoy. He esperado tu llamada —dice sentándose en el taburete contiguo.

Unas risas cercanas la distraen y ve cómo un pequeño grupo de chicas, ataviadas con el mismo estilo elegante y soberbio de Rachel, las miran y cuchichean.

—Lo siento. Ha sido un mal día —se disculpa Riley con la mirada fija en las estanterías del bar.

—¿Estás bien?

Riley niega.

—Lo estaré, pero no creo que sea muy buena compañía hoy y mucho menos para ti y tus amigas —dice cabeceando en su dirección.

Law and Fire - Leyes y FuegoWhere stories live. Discover now