saturday night

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     El sonido del tráfico en los suburbios daba la impresión de no cesar nunca. Era la ciudad que nunca duerme de todos modos; para Jay, ya funcionaba de ruido ambiental.
   El ajetreo eterno, por otro lado, agudizaba sus sentidos. Cualquier ruido fuera de los habituales  alertaba sus instintos y lo hacía tensar los músculos. Cuando tienes 21 años y llevas siete de ellos conviviendo con tortugas ninja mutantes a las que acompañas cada noche a patrullar nueva york, hasta el cambio de ritmo en el goteo del agua contra las cañerías era notable. Era de esperarse, por lo tanto, que cuando Jay oyó las sordas pisadas y el movimento de ropas en su apartamento, supo de inmediato que tenía compañía.

Su primera reacción:  por qué.

   Viéndose al espejo mientras terminaba de abotonar su camisa y colocarse su cadenilla, regresó a su mente el pequeñísimo detalle de que habían arruinado una operación del clan el día anterior y él era el miembro más sencillo de atacar del clan hamato, dado que los intentos previos de atacar la guarida no habían servido de absolutamente nada. Una pequeña risa escapó de sus labios, al recordar como él y Donnie pasaron toda la noche viendo las grabaciones de las cámaras que el genio había instalado en ciertos puntos de la alcantarilla donde se veía al clan dando vueltas en la mas absoluta confusión, sin acercarse siquiera a ellos y cayendo de vez en cuando en las trampas que habían dejado plantadas luego de la invasión kraang y que seguían activas en su mayoría.

   Sacudió la cabeza, aún sonriendo divertido. Una noche de sábado normal fue demasido pedir, pensó, mientras se remangaba la camisa y salía del baño a su cuarto, donde sabía que le esperaba al menos una docena de ninjas rencorosos.

   En la semipenumbra, pudo vislumbrarlos esparcidos; estaban en el cuarto y por todo el apartamento a juzgar por las pisadas, probablemente habían entrado por el balcón. Dos de ellos lo vieron fijamente cuando cruzó el umbral, sin moverse, sin hablar. Jay en parte extrañó pelear con Cass; ella no hubiera permanecido tan serena por más de dos minutos. Revisó su teléfono, usando su impecable habilidad multitareas para no quitarle un ojo de encima a los soldados. Acechaban desde las sombras, silenciosos y tensos como un muelle a punto de saltar. No había muchas novedades además del mensaje de "llego en 20 min" de Donnie y no estaba realmente prestándole atención a la pantalla; esperaba a que el primer movimiento no sea el suyo. Pasaron varios segundos y nadie dio el primer paso; Jay suspiró y aceptó resignado que una vez más, todo lo tenía que hacer él en esa maldita casa, hasta echar a la chusma del clan del pie que decidió darle una visita minutos antes de su cita.

  Bajó el teléfono sobre la cómoda de vuelta; media docena de pares de ojos siguieron sus movimientos. Abrió uno de los cajones y sacó una de sus corbatas; azul oscuro y bastante arrugada. No iba a usarla al cuello de todos modos; no solía usarlas cuando salía con Donnie. La envolvió alrededor de su brazo, deshaciendo el nudo que aún conservaba. Escuchó el casi imperceptible movimiento de los demás soldados del clan moviéndose por el apartamento; sonaban como ratas, sin ofender.

Dio un paso hacia delante. Los dos ninjas frente suyo dieron uno también.

La corbata salió disparada de la mano de Jay. Al momento siguiente, un soldado estaba estrangulado en sus brazos y estaba siendo usado de improvisado escudo humano contra el inmediato ataque del segundo. Sin soltarlo hasta llegar al otro y arrojarlos a ambos contra la pared para darlos de baja enseguida, el pelirrojo continuó su avance hacia la siguiente habitación; quedaba todo el resto del grupo y el ataque había comenzado.

   Tres soldados más entraron a la habitación al escuchar la pelea, pero no fueron un gran trabajo una vez presos del elemento sorpresa. Un golpe al cuello, dos más certeramente dirigidos y el apoyo oportuno de las propias armas de los ninjas arrebatadas de sus manos y usadas en su contra; tres más fueron arrojados al rincón junto a los primeros dos desafortunados. Un cuarto interceptó a Jay al llegar este a la sala; tomado del cuello y golpeado en la entrepierna, fue arrojado sin miramentos hacia la ventana abierta y el callejón debajo.

Parado en medio de la sala y rodeado de la media docena restante, el pelirrojo se acomodó el pelo desgreñado en la pelea y metió las manos en los bolsillos despreocupadamente, observando el daño dejado atrás.
El ninja en el suelo no se volvió a mover.
Desde el dormitorio, ningún sonido alcanzaba a escucharse.
Miró a los seis restantes, y sonrió.
Quedaban siete minutos.
  — hagamos esto rápido.
Jay sacó las manos de sus bolsillos. Un brillante destello índigo se materializó en instantes y una espada construida con la más fina nanotecnología mística relució bajo la tenue luz del apartamento.  El inmediato entrechocar de metales le siguió, dando inicio a la pelea de seis a uno, nada justa para el lado visitante. 

Ensimismado en la pelea, no tenía idea de si los más entrenados quedaron en la retaguardia o simplemente se les daba mejor pelear con armas, pero luego de desarmar y lanzar por el balcón a dos, decidió que entrenados o no, no eran rivales. Excepto para su camisa ya arrugada, y eso que tuvo que dejar de procastinar 20 minutos para plancharla, fantástica.
Esquivó otro ataque a la cabeza, interpuso una silla entre él y su oponente más cercano para patearlo contra la pared opuesta y tomó a otro del cuello para amenazarlo con su espada cuando cinco golpes en la puerta le rompieron la concentración.
Volteó inmediatamente hacia la entrada y su ceño fruncido cambió a emoción genuina; el soldado aprovechando el momento se liberó del agarre e intentó atacarlo, pero sin dejar de mirar la puerta, Jay acabó de rematarle con su espada aún lista en su mano izquierda.
—  oh, justo a tiempo.


[...]




Donnie ya llevaba cinco minutos fuera cuando finalmente tocó la puerta y Jay abrió, solo unos momentos después. El estado del lugar y del pelirrojo mismo no le sorprendió en lo absoluto; había visto a unos cuantos soldados aturdidos y adoloridos recuperándose en el callejón aún tirados, uno todavía colgaba de la ventana como alguna siniestra decoración de halloween anticipada. Sonrió divertido al ver el estado de Jay; aún así, no dijo nada antes de besarlo con devoción una vez estuvieron de frente y la puerta cerrada tras ellos.

—  ¿inconveniente a último minuto? —  comentó, como si estuviera viendo una rueda pinchada y no esquivando a un ninja incosnciente en medio de la sala.
—  iba a pedirte ayuda para moverlos, pero la mayoría ya salió huyendo excepto un par que no se mueven.

Jay se arregló la camisa como pudo, mientras Donnie desplegaba su bo y picaba con la punta al desvanecido. Se movió un milímetro, y asintió.
—  nah, siguen vivos. - levantó la vista y vio a Jay mirándolo con una ceja levantada en reproche. - ¿qué?
—  ¿traías tu arma en una cita conmigo?
— tu traías la tuya contigo, se defendió de forma igualmente acusatoria, además, acabas de ser atacado, ¿y preguntas el por qué?
—  ah, sí. - Jay rodó los ojos, guardando de nuevo su espada en su bolsillo, replegada y convertida en un cortaplumas azul oscuro, con sus iniciales grabadas encima. —  touché.

Donnie echó un último vistazo al lugar, comprobando que no haya ninguna otra amenaza inmediata. Su brazalete no indicaba ninguna lectura de actividad mística o algún artefacto dejado atrás; aparentemente, era una vendetta pura y mal planeada. Asintiendo satisfecho, le ofreció el brazo a su novio, haciendo un gesto hacia la puerta aún abierta. —  ¿nos vamos, mon cheri?

Jay asintió, tomándolo del brazo y robándole otro beso antes de salir, cerrando la puerta tras de sí y dejando para luego el preocuparse de los daños colaterales.

Era una noche de sábado, después de todo.












       
   

 

















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⏰ Last updated: Nov 17, 2023 ⏰

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