Capítulo 10

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Me lavaba como acariciándome, y sentirlo resultaba tan mágico como enervante.

Cuando terminó, sus manos desnudas reemplazaron el paño y corrieron por mi piel hacia arriba a cubrir mi pecho otra vez. Primero su nariz, y luego sus labios, navegaron en torno a mi ombligo antes de subir también. Sentí su aliento entrecortado cuando sus pulgares se movieron en círculos, arrancándome una queja ahogada que distaba de ser una queja.

De pronto mi piel bajo sus pulgares parecía arder, provocando una estampida en mi corazón y lanzando ramalazos como de chispas hacia mi vientre. Me faltaba el aire, mi pecho se alzaba contra sus manos sin que pudiera evitarlo. Mi cabeza se inclinó hacia atrás y sus labios parecieron caer sobre mi cuello un momento después. El rastro húmedo de su lengua me hizo volver a gemir.

Me levantó en sus brazos como si fuera una brizna de hierba para depositarme con suavidad sobre la piel de oso. Sus manos volvieron a cubrir mi pecho, moviéndose como si moldearan mi carne, sus pulgares reanudando esos círculos que me hacían ver estrellas fugaces tras mis párpados, apretados bajo la venda.

Cuando su boca reemplazó uno de sus dedos, me arqueé sin poder contenerme, temblando bajo sus besos ahora suaves, ahora demandantes, mientras su lengua se apretaba contra mi piel, sensibilizada a un extremo increíble. Sus labios fueron y vinieron entre sus manos un momento más, o tal vez un año más. No lo sé, pero se apartó de mi pecho demasiado pronto.

Crucé los brazos para cubrirme cuando sus manos volvieron a resbalar hacia mi cintura, flanqueando su lengua. Y mis caderas reaccionaron como mi pecho, alzándose hacia él cuando se demoró en mi ombligo. Bajó el vestido hacia mis rodillas como otra caricia, dejando mis piernas prisioneras para cubrir mis muslos con sus palmas, sus labios demorándose entre mis caderas.

Entonces oí su gruñido ahogado. Su nariz pareció hundirse entre mis muslos, haciendo que volviera a arquearme y a gemir. Empujó la falda hasta mis tobillos y al fin pude mover las piernas, que no me consultaron para apartarse, como si quisieran hacerle lugar.

Mi cuerpo pareció arder de fiebre cuando su boca se apretó contra mi entrepierna. Me costaba respirar, mis músculos se tensaban o aflojaban en respuesta a los movimientos inquisitivos de su lengua, mi espalda se arqueaba hasta que dolía.

Jamás había sentido nada igual. Quería que siguiera explorando cada pliegue de mi piel, cada rincón. La reacción de mi cuerpo era empujar contra su boca, pidiendo que alimentara aquella fiebre desconocida que me dominaba.

Algo pareció retorcerse en mi vientre. Dolor que no era dolor. Se convirtió en fuego. Me quemó las entrañas. Grité y me retorcí. Quería que terminara. Quería que siguiera. Me había convertido en un pino que se quema desde las raíces. Todo mi interior estaba en llamas. Y mi vientre pareció estallar en aquel fuego. Empujó mis piernas hacia arriba, su cara entre ellas como si quisiera devorarme, lamiendo, sorbiendo, gruñendo. Tal como el lobo hunde el hocico en las entrañas de su presa.

Entonces las fuerzas parecieron abandonarme, mis piernas temblaban contra su cabeza, mis brazos cayeron inertes a mis lados, me sentí pesada como un saco lleno de guijarros. Aún intentaba recuperar el aliento, agitada y aturdida, cuando se tendió sobre mí.

Se había quitado la camisa, y su piel estaba tan afiebrada y sudorosa como la mía contra mi pecho. Olí un almizcle dulzón en su aliento y comprendí que era el olor íntimo de mi propio cuerpo. Sus piernas se estiraron a lo largo de las mías para mantenerlas juntas y algo firme rozó mi entrepierna. Un ramalazo de fuego pareció volver a encenderse, una intensa punzada que me hizo gemir y tensarme otra vez. Presionó apenas, se retiró, volvió a presionar.

Mis manos se alzaron por voluntad propia para echarle los brazos al cuello. Mordisqueó suavemente mi cuello mientras seguía rozando mi entrepierna con creciente rapidez. Hasta que se alzó con un gruñido ronco y prolongado, su pecho fuera de mi alcance. Sentí que algo húmedo caía sobre la piel de mi estómago, algo tibio.

El Valle de los LobosWhere stories live. Discover now