XVII

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Pov.Tae

Sólo habían pasado unos días, todo se había vuelto demasiado tedioso, trataba de limitarme sólo a mis actividades básicas: estudiar, comer y dormir.
Y ni siquiera me salían bien.

Me sentía cansado, con hambre, no entendía nada de las clases y el dolor de cabeza me nublaba la vista.
Sentía que no podía, me sentía tan mal física y emocionalmente que no sabía cómo explicarlo.

Me sujeté de la barandilla de las escaleras cuando un fuerte mareo hizo que perdiera el equilibrio, decidí sentarme en uno de los escalones.

No había muchos estudiantes en esos pasillos, esa ala estaba algo vacía ya que los estudiantes de ingeniería solían hacer prácticas fuera de la universidad.
Me quedé mirando hacia un punto fijo con la mente en blanco, una voz conocida se hizo presente en la parte de abajo de la escalera. Tendría que haberme ido en ese momento pero la curiosidad hizo que me hiciera más pequeño en mi lugar y escuchara con más atención.

-Ya déjame en paz Irene -reclamó con mala gana el pelinegro.
-¿Desde cuando rechazas a una mujer Jungkook? ¿Todo esto es por culpa de ese rubio impertinente? -dijo ella y una risa burlona salió de sus labios.

Hubo un gran silencio luego y me atreví a mirar un poco, la chica estaba acorralada contra la pared y Jungkook la miraba amenazante. La tal Irene estaba algo pálida y sus ojos sobresalían.

-No quiero que de tu puta boca salga una sola ofensa de Taehyung -dijo con lentitud para que la chica lo entendiera claramente.
-¿Por qué Jeon? No sabía que estuvieses tan enamorado.
-No sabes cuánto -confirmó y la soltó- Piérdete.

La chica hizo una mueca y se fue rápido algo disgustada, por un momento pensé que Jungkook se iría también pero sin embargo se sentó en el pasillo y estuvo allí mirando un punto fijo.

Me quedé detallandolo un buen tiempo, su mandíbula marcada, sus ojos pequeños, su nariz perfilada.

Bajé las escaleras despacio y me paré justo delante de él. Jungkook me miró como si yo fuera una ilusión, no dije nada y me senté a su lado.

Solo quería un poco de compañía.

• • •
Pov.Ela

-¿No comerás nada? -pregunté por décima vez a Jimin y el sólo negó.

Me estaba hartando de esta situación. Tae y Jimin no se hablaban y los dos estaban increíblemente mal.
Deprimidos y sin fuerzas para nada.
No me gustaba verlos así y menos por culpa de la pelirosa.

Salí de la habitación y me dispuse a caminar un poco por el campus.

-¿Tu también andas con esa cara? -le pregunté a Jin, que parecía algo preocupado o tal vez molesto.
-No es nada -dijo pero no le creí, no estaba sonriendo como siempre- Creo que estoy haciendo algo malo.

Fruncí el ceño sin comprender mucho.

-¿Algo malo?.
-Estoy ayudando a una amiga -explicó y me confundí más aún.
-Pero eso no es malo -aclaré con calma.
-Dejame terminar -asentí- Estoy ayudando a una amiga a hacerle daño a otras personas.
-¿Por qué ella lo hace? -interrogué.
-Quiere venganza de una cosa que ni siquiera sucedió, son cosas que están en su mente y yo...-bajó la cabeza algo apenado- Y yo solo le estoy ayudando por dinero, antes me parecía muy bien pero ahora, no estoy seguro, veo a esas personas sufrir.

Terminó de explicar y bajo la cabeza.

-Jin deberías terminar eso, así ayudarías a tu amiga y nadie más sufriría -dije siendo comprensiva con el mayor- Ella seguro está lastimada y la rabia la está cegando, y tratar de ayudarla es algo que debes hacer como su amigo, tal vez en este momento no le guste o se moleste pero en un tiempo te lo va a agradecer.

Sonreí para darle apoyo al mayor y este me devolvió la sonrisa.
Esperaba que mi consejo le haya servido de ayuda.

Un grito proveniente de algún lugar de la universidad llamó mi atención me giré buscando la voz y Hoseok vino corriendo hacia nosotros con cara de quién vió al diablo.

-¿Viste a la bruja de Blancanieves?
-Peor -me respondió el pelirrojo.
-¿Te ofreció una manzana? -volví a bromear y el chico me miró con mala cara.
-Rosé, ella está aquí.
-¿Qué?

Salí corriendo junto a Hoseok hacia donde el había visto a la chica, Jin se quedó en el banco, después de todo no la conocía.

La pelirosa estaba parada en la entrada y varios chicos y chicas la estaban rodeando, ella sólo estaba recostada en el auto mientras hablaba con la directora.
Tenía una sonrisa delicada de esa que siempre ponía en su rostro, me miró directo a los ojos por un segundo y ensanchó su sonrisa al verme.

En ese momento supe que nada iba a estar bien.

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