3 - Radavest

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Jack observaba el caos en el poblado desde el bosque. Solo, escapar se había vuelto mucho más fácil: corriendo de un tejado a otro, evitando las masas.

Estaba demasiado lejos para distinguir personas, pero el fuego brillaba por encima de las casas, contrastando con los picos de la sustancia violeta que se habían solidificado a varios metros del suelo.

Ahora que se encontraba relativamente seguro, su mente solo podía pensar en una cosa: aquel hombre y esa mascara habían sido la causa de todo esto, tenían que serlo; pero, ¿por qué a él no le había pasado nada? ¿era aquella la forma de vengarse por no entregárselos?

Con pesar, partió hacia su base. Si había algo que pudiera hacer en esa situación, era desenterrar la mascara de donde la había ocultado y encontrar a ese tal Niraya. Por como habian terminado las cosas era conciente de que lo más probable sería que eso sea lo último que hiciera, pero no le importaba, alguien tenía que pagar.

La base se encontraba como la había dejado esa mañana, a exepción de que ahora estaba abandonada. "Deben haberse enterado de lo que pasó en el poblado", pensó recorriendo los solitarios pasillos.

Gracias a las precauciones de Gilbert, el lugar estaba preparado para emergencias: con suministros médicos y raciones para abastecer a un pequeño grupo por meses. En esas circunstancias no existía lugar mejor, en muchos kilómetros a la redonda, por lo que sabía que muchos terminarían volviendo y trayendo consigo a sus familias.

Cuando llegó al fondo de la base, agarró una pala y salió por la puerta trasera, rumbo a su escondite. Con lo calmado que se encontraba aquel bosque era difícil creer el infierno que estaba sucediendo a pocos kilómetros. En la distancia, una escena lo devolvió a la realidad: una pala clavada en la tierra y encima de ella un par de guantes, uno negro y uno blanco, a pocos pasos de donde había enterrado la mascara. Apretó los dientes y tiró su pala al suelo. No necesitaba más para saber que se la habían llevado.

De vuelta en la base, se desplomó en el sillón de la sala principal, mirando con ojos derrotados el bocadillo que se había preparado.

Montó guardia en aquel lugar hasta el caer de la noche. Con el pasar de las horas, empezaba a sentir una extraña sensación: sus brazos se adormecían, sus músculos se contraían y relajaban por sí solos, y de su pecho emanaba calor que se esparcía al resto de su cuerpo, como si pudiera sentir su sangre fluir con increíble presión. La imagen de Ann en sus últimos momentos se pasó por su mente. "¿Es esto lo que sentiste, Ann?", pensó mientras miraba sus brazos. "¿Es mi turno?"

Sus ojos comenzaron a cerrarse, pero el sonido de la puerta principal lo despertó. Llevó su mano al revólver en su cintura y se paró al final del pasillo que daba a la puerta. Con un par de clics, la misma se abrió despacio, revelando a una joven mujer, Leah. Casi no la reconoció sin su rifle, su pelo arreglado y su rostro serio, en cambio, parecía apenas tener la fuerza necesaria para mantenerse de pie.

-No... no sabía a dónde ir. -Dijo Leah mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.

Jack corrió hacia ella para sostenerla antes de que se desplomara, cargándola hasta el sillón; solía olvidarse de lo joven que era realmente su orgullosa teniente.

-¿Qué pasó? -Preguntó Jack alcanzandole una manta.

-Cuando recibimos la orden de evacuación, corrí a llevarme a mi familia. Pero cuando llegué... -Su voz comenzaba a temblar, conteniendo el llanto. -Lo único que encontré fue a mi hermano rodeado de cuerpos. Intenté hablar con él, pero se abalanzó contra mí y yo... le disparé. -Contestó tapándose la cara con las manos. -Estaba rabioso, como un animal.

Providence [ESP]Where stories live. Discover now