16 - El coliseo

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Un goteo helado en la nuca despertó a Jack, encontrándose a sí mismo en una rudimentaria celda de acero oxidado, cubierta por una vieja tela llena de agujeros y empapada por el rocío matutino. Su cuerpo se sentía entumecido, más de lo normal para alguien que había sido noqueado por un golpe rápido en la sien. "El sol está empezando a salir, debieron de pasar al menos doce horas", pensó mientras tanteaba las rejas hasta llegar a la puerta; sus ojos todavía adaptándose a la poca luz. Le dio un par de tirones, pero la misma era más resistente de lo que aparentaba. Dio un suspiro e inhaló fuerte, acelerando la energía en sus brazos, pero al instante un dolor intenso en sus muñecas lo forzó a detenerse. Desde la celda de al lado, la cual pensaba que se encontraba vacía, se escuchó una risita burlona.

-¿No saludarás? -Preguntó Jack arremangándose. Llevaba puestos un par de grilletes en cada brazo, pero sin ninguna cadena. Levantó la mirada hacia la voz, pero no distinguió ninguna forma y esta no respondió.

Sin darle importancia, Jack se volteó hacia la puerta y apretó su puño con fuerza, lanzando un golpe rápido, esperando hasta el último segundo para acelerar su energía; el dolor le recorrió el brazo, como si presionaran brasas ardientes contra su piel. Al ver los grilletes, aquello no estaba tan lejos de la realidad: se habían tornado de un color rojo brillante que se iba apagando con rapidez. La risa se volvió a burlar, pero Jack la ignoró, no iba a lograr nada útil dándole atención. Con una última idea, revisó sus tobillos, estos no tenían ningún grillete. Se irguió con firmeza una vez más y, sin darse tiempo para dudar, le dio una patada a la puerta, acelerando solo la energía en sus piernas. Esta vez, sus pies ni llegaron a hacer contacto con el metal, cuando el dolor lo tiró al suelo.

-Oye, deberías parar, vas a perder tus manos -dijo la voz de un hombre mayor desde la otra celda, más preocupada que burlona esta vez.

-¿Dónde estamos? -Preguntó Jack recostándose sobre las rejas. Aquel hombre no mentía; ese último intento lo había dejado sintiendo como si sus manos colgaran de un hilo.

-En el coliseo de la familia Feltick -respondió el hombre acercándose a la celda de Jack, revelando su viejo y deteriorado rostro, con una barba larga y enmarañada. Se veía sorprendido por el aparente desinterés de Jack. -¿No eres de por aquí, verdad?

Jack negó con la cabeza y soltó un largo suspiro, llevándose las manos a la cabeza. ¿Cuánto más iba a tener que aguantar ese duelo?

-Te has metido en un buen lío -se rió el viejo-. Te harán pelear hasta que la piel se caiga de tu cuerpo, o hasta que mueras, lo que venga primero...

-Imaginé algo así. Parece que no importa de dónde vengas, las personas son las mismas -dijo Jack recostándose en el frío suelo de metal y cerrando los ojos.

-Ya veo... Puedo verlo ahora. Eres fuerte. Probablemente también lo vio Takoma cuando decidió traerte aquí. Puede que tengas una oportunidad contra Melo. Ha pasado mucho tiempo desde que nadie puede con él. -el viejo continuó conversando a pesar de que Jack lo ignoraba, hasta que algo le llamó la atención-. ¿Quieres que te quite esos grilletes?

-¿Qué quieres a cambio? -preguntó Jack abriendo un ojo justo a tiempo para ver su horrenda sonrisa.

-Solo un favor, redimible en cualquier momento, claro.

El chirrido de una puerta de metal abriéndose interrumpió la negociación. Jack se incorporó de un tirón, deslizándose hasta la puerta, pero intentando permanecer en la oscuridad. Del otro lado del pasillo, un hombre en bata médica recorría las celdas con un carrito de metal, colocando una lámpara de aceite en cada una. Jack reconoció su rostro del poblado; esperó a que pasara por enfrente de su celda y sacó el brazo entre las rejas, agarrándolo de la boca y estampándolo contra el metal.

Providence [ESP]Where stories live. Discover now