5 - Sacrificio

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En la distancia, la destruida ciudad de Radavest se alzaba como una terrorífica muralla de casas y edificios, ansiosa de tragarlos a todos. A unos doscientos metros de distancia se encontraba Gilbert, junto a todo el campamento, a excepción de Jack y Leah, que no se veían por ningún lado. Todos cargaban con sus pocas pertenencias en pequeñas bolsas manufacturadas de distintos trapos. También sostenían diferentes armas improvisadas a base de palos de escobas y tubos de metal, todos, niños inclusive.

-¡Bueno, repasaré una vez más el plan! -exclamó Gilbert después de examinar la hora en su reloj de bolsillo-. Nos moveremos por las calles lenta y silenciosamente. Creemos que son ciegos y reaccionan a los ruidos, como murciélagos. Si todo sale bien, nos escabulliremos por debajo de sus narices mientras están distraídos. No se asusten si ven la sustancia seca, solo parece estar activa cuando se encuentra líquida. Y recuerden...

El silbido de un silbato a la distancia lo interrumpió.

-La cadena de mando debe ser respetada -prosiguió con un tono más severo-. ¡Vamos!

Sobre el techo de una casa de dos pisos, Jack jugaba con una moneda para calmar sus nervios mientras escaneaba las calles con la mirada. El silbato todavía en su boca.

Como esperaban, decenas de personas infectadas corrieron hacia él. Aunque no pensara que fuera posible esta vez parecían estar más enojados: eran más rapidos y no paraban hasta chocar de frente contra la creciente bola de cuerpos debajo de él. "¿Están enojados de que se les escapó su comida?" pensó en burla, observando cómo la sustancia que chorreaba por sus cuerpos comenzaba a agitarse, formando pequeños tentáculos que salían disparados en su dirección. Por suerte, Gilbert había estimado la distancia de aquellos ataques con certeza: no llegaban a más de un metro de distancia antes de que cayeran al suelo y se secaran al instante.

Otro silbido se escuchó a un par de cuadras de él, causando que algunos de los que se encontraban en camino dieran un giro brusco. Aun así, la enorme masa de cuerpos debajo suya no reaccionó en lo absoluto. Jack frunció el ceño; no estaban reaccionando exactamente como creían. Aun así, algo más extraño llamó su atención. Algunos comenzaban a pelear entre sí.

Centró su atención en uno en específico. En comparación con el resto, su cuerpo estaba cubierto de pies a cabeza por la sustancia y en su estómago se notaba un constante latido. A su vez, su porte era mucho más relajado: caminando hasta la montaña de cuerpos y jalando a uno por la cabeza; la sustancia del cuerpo intentó defenderse, abalanzándose sobre su agresor, pero sin efecto aparente. Por otro lado, con un rápido golpe debajo de la axila, el distintivo hombre arrancó una protuberancia de la sustancia, que al igual que el resto, latía como un corazón. Al instante, toda la sustancia que se encontraba en el cuerpo se abalanzó sobre aquel extraño corazón, fundiéndose con la del agresor. El cuerpo devoto de sustancia cayó seco al suelo. El particular soltó la protuberancia y alzó su rostro hacia Jack. Horrorizado, Jack se ocultó detrás de la chimenea. Un escalofrío corrió por su espalda tras experimentar por primera vez una sensación que abrumó todos sus sentidos: ser observado por un depredador.

De reojo pudo notar como los infectados en la calle comenzaban a correr en dirección opuesta a él y Leah. Volvió a sonar el silbato, pero fue ignorado. Lo intentó de nuevo, nada. "Esa dirección, están yendo a por Gilbert y los demás", pensó viendo la estampida que ya se había alejado una cuadra. Con prisa, echó a correr tras ellos por encima de los techos, haciendo sonar el silbato una y otra vez. Mirando atrás, el particular le devolvía la mirada sin mover un músculo. "Los subestimamos, subestimamos sus capacidades e intelecto", pensaba mientras avivaba el fuego en su interior para intentar adelantarse.

A paso constante, Gilbert dirigía la marcha por las desoladas calles sin inconvenientes, pero cuando los pitidos del silbato se volvieron más cercanos y frecuentes, se preparó para lo peor. Forzado a pensar en sus pies, dio la orden de que se ocultaran en una de las casas cercanas más grandes, y aunque el pánico se notara en sus rostros, todos obedecieron. Gilbert tenía bien claro que cada minuto que perdieran allí reduciría sus posibilidades de lograr salir, pero los sonidos se encontraban cada vez más cerca.

Providence [ESP]Where stories live. Discover now