15 - Soñadora

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Como todas las noches en la mansión de los Thelmore, la cena estaba preparada para las nueve en punto, y tanto Myra como sus padres se encontraban sentados a la mesa. Era una noche tranquila, por lo que Senna, su madre, decidió llenar el silencio alardeando de su hija:

-Escuché que los maestros te consideran la alumna de primero con más potencial -dijo sirviéndose su habitual copa de vino-. Junto a ese chico de los Hulemberg.

-Sone. Se llama Sone -respondió Myra, tomando su tiempo con cada pequeña acción, intentando disimular que no tenía apetito, ya que eso la llevaría a un montón de preguntas ridículas; su mente estaba demasiado distraída repasando lo que les diría para justificar su prolongada ausencia.

-Tengo que decirte, Myra, que tienes un gusto muy peculiar en amigos. ¿Realmente no había nadie más normal?

Myra la ignoró, llevando un tenedor lleno de carne y puré a la boca como excusa. Su padre tampoco hizo ningún comentario, aunque eso era más común por su parte; solo solía responder cuando le dirigían la palabra.

-Estaré yendo a una incursión mañana con mi clase para reabrir una de las rutas comerciales con el poblado de Tumond -comentó Myra, aprovechando el silencio-. Estaré fuera por un par de días.

-¿No terminó en muy grave estado el maestro de tu clase después de la última? -preguntó su madre preocupada.

-Nos asignaron un nuevo maestro -respondió atropellada; se le formó un nudo en el estómago, tenía que venderles su historia ahora.

-No lo sé... Al, ¿no te parece demasiado pronto? Si un maestro imperial terminó de esa forma, uno estatal...

Ambas se volvieron hacia su padre, quien había estado comiendo todo ese tiempo en silencio y ya estaba en su último bocado. Antes de responder, se tomó su tiempo para limpiarse los labios y acomodar sus utensilios sobre el plato.

-Esa escuela siempre ha sido nada más que una excusa para mantener al imperio en una pelea constante -exclamó finalmente, levantándose de la silla y colocándose su abrigo, preparado para marcharse, cuando Myra golpeó ambas manos contra la mesa.

-¿Estás diciendo que el sacrificio de Elen para liberar las tierras de la Tinta fue en vano? -Bramó ella, apretando los dientes y frunciendo el ceño.

-Tu hermano era un soñador... y un tonto. Nunca comprendió la inmensidad de este mundo, ni sus peligros. -Respondió llevando su mirada al techo, recordando. Sin más, comenzó a retirarse, pero se detuvo, haciendo una pregunta por encima del hombro. -¿Tumond, dijiste?

Aun molesta, Myra asintió con la cabeza, a lo que su padre cerró los ojos y se volvió, listo para irse.

-Tómate el tiempo que necesites, pero vuelve a casa a salvo.

Acostada en su cama, Myra miraba la peculiar moneda que Ray le había regalado cuando fue a visitarlo al hospital: tenía un agujero en el centro, y el anillo exterior estaba repleto de runas grabadas. Basándose en sus rudimentarios conocimientos, no parecían la clase de runas que usaría un Runemántico, ya que no eran líneas gruesas perpendiculares y continuas, sino más bien algo semejante a las letras comunes. Según Ray, eso los mantendría seguros en caso de que las cosas se salieran de control.

Un par de golpecitos en una de las ventanas de su cuarto la espantaron, disipando la turbulenta corriente de pensamientos que recorría su mente. Del otro lado de la cortina entrecerrada se encontraba Sone, sentado sobre una de sus barreras, a más de cien metros del suelo, sonriéndole con una alegría impropia de él.

-¿Estás loco? ¿Sabes qué hora es? -Susurró Myra al abrirle la ventana, con miedo de que la escucharan, aunque sabía que su cuarto y el de sus padres estaban tan alejados que seguramente ni un grito sería suficiente.

Providence [ESP]Where stories live. Discover now