Capítulo 74

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Brendin Gale era un joven caballero con un futuro prometedor, el segundo hijo de un leal Conde cuya familia había producido caballeros durante generaciones en el Reino de Kaizen.

Sus proezas, a pesar de su corta edad, le valieron un puesto como comandante de un pequeño escuadrón en la actual invasión al Imperio. Pero antes de que pudiera dejar una huella significativa, cayó en una trampa de los imperiales, resultó herido y todos sus caballeros fueron hechos prisioneros.

Brendin se estremeció al recordar la destreza inhumana del capitán del Ejército Imperial, el hombre que le atravesó el hombro derecho sin dudar ni un segundo; sólo pensar en sus glaciales y fríos ojos azules le producía escalofríos. Incluso ahora, recordar a aquel hombre desquiciado tal como una bestia que había aparecido en el campo de batalla, incapacitando a casi cincuenta de sus hombres de un solo ataque, no podía evitar pensar que fue afortunado. Encontrarse con una persona así, y escapar sólo con una herida en el hombro, fue sin duda un golpe de suerte.

Eso no es todo.

Brendin recordó el rostro de la joven santa que había atendido sus heridas. Había oído rumores sobre la aparición de una santa en el Imperio. Recordaba vagamente a algunos decir que había traído algún tipo de gran lluvia... Brendin, por su parte, era un devoto creyente, siempre había querido conocer a una santa y había tenido la esperanza de hacerlo algún día, pero nunca había imaginado que sería curado por ella en el campo de batalla. Brendin se pasó la mano por el hombro derecho, en el que no sentía nada más que un dolor sordo, sintiéndose maravillado por su increíble suerte.

Incluso curaba las heridas de los cautivos.

Fue realmente un golpe de suerte increíble. No podía creer que le hubiera ocurrido a él y no a otra persona. habría sido difícil que las cosas salieran mejor de lo que habían salido. Los finos labios de Brendin se torcieron en una sonrisa.

Qué... Estúpido.

Los labios de Brendin se curvaron en una fría mueca de desprecio. Levantó ligeramente la cabeza de detrás del árbol tras el que se había escondido, pensativo.

A los prisioneros hay que mantenerlos con vida para poder rescatarlos, no matarlos.

Sólo porque habían hecho algo tan complaciente era la razón por la que él podía estar aquí ahora, afortunadamente. Brendin miró a los tres o cuatro caballeros kaizen que se habían escapado con él y susurró:

"¿Aceite?"

Uno de los caballeros de atrás sostenía un frasco de aceite. Era el que había traído con él hacía un momento, deslizándose entre los prisioneros para evitar ser detectado por los imperiales. Brendin se volvió hacia el caballero y habló en voz baja.

"Estoy seguro de que les has dicho a los otros caballeros que en cuanto haya una explosión, deben tomar las armas aquí e ir a donde está el Emperador".

El caballero detrás de él dijo con voz vacilante.

"Sí, pero... Estamos tratando con el Emperador del Imperio. Estará custodiado por los Caballeros de la Guardia Imperial, ¿tenemos alguna oportunidad?".

"¡Deberías considerarte afortunado de que sólo tengamos que lidiar con los Guardias Imperiales aquí! ¡¡O acaso no recuerdas que vimos como todas las demás fuerzas que custodiaban este lugar se fueron al campo de batalla!! ¿Crees que volverá a presentarse una oportunidad para dar un golpe tan buena?".

Exclamó Brendin con tono cortante, alzando la voz. El caballero parecía algo inseguro y observó con cautela la reacción de Brendin. Hablando en un tono algo murmurador, dijo:

El tirano quiere vivirWhere stories live. Discover now