Capítulo 4: El camino al desfiladero Desgarrador

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La sala del trono resonaba con la majestuosidad del Rey del Sur, cuyo semblante sabio y voz resonante conferían solemnidad al ambiente. Ante los viajeros, María, John y Zephyr, el monarca pronunció las palabras que cambiarían el curso de su destino. "Vuestra prueba, intrépidos aventureros, consiste en adentraros en el misterioso Desfiladero Desgarrador. Vuestro destino aguarda en la Cueva de la Luna, donde la hechicera revelará secretos sobre el futuro y sobre vuestro adversario, Malgrim".

La noticia resonó en el aire, infundiendo un aire de urgencia y expectación. La decisión estaba tomada; debían enfrentarse a este desafío si querían desentrañar los misterios que amenazaban con envolverlos.

Después de la audiencia con el Rey del Sur, nuestros intrépidos protagonistas se retiraron a un rincón tranquilo para trazar su camino. Desplegaron mapas antiguos sobre una mesa rugosa, y a la luz de las velas, deliberaron sobre las rutas posibles para alcanzar la Cueva de la Luna. Entre las sombras del Bosque de las Sombras, identificaron dos desafíos cruciales: los Aulladores Sombríos, criaturas nocturnas que acechaban el camino hacia el desfiladero, y la Sierpe de la Oscuridad, una serpiente mágica que custodiaba la entrada a la Cueva de la Luna.

La planificación se convirtió en una danza de estrategias, donde cada uno contribuía con sus habilidades únicas. Zephyr, con sus orígenes en Thieven's Hollow, reveló su pasado en una narración envolvente. La ciudad subterránea estaba impregnada de ingenio y astucia, y Zephyr había aprendido las artes del engaño y el hurto para sobrevivir en las callejuelas oscuras de su hogar.

La oscuridad del Bosque de las Sombras envolvía a María, Zephyr y John mientras avanzaban por el Desfiladero Desgarrador. La luna, como testigo silente, proyectaba sombras inquietantes que sugerían un peligro acechante. Mientras avanzaban, el nerviosismo se filtraba en el aire, aumentando la tensión entre los tres aventureros.

María, siempre valiente, lideraba el camino con determinación. Sin embargo, un escalofrío recorría su espina dorsal, una premonición de peligro que no podía ignorar. A medida que caminaban, se aferraba a la esperanza de que el desafío propuesto por el Rey del Sur valdría la pena, pero la inquietud se apoderaba de sus pensamientos.

Zephyr, el pícaro ingenioso, trataba de ocultar su ansiedad tras una sonrisa juguetona. Sin embargo, su mirada astuta revelaba una preocupación genuina. A medida que avanzaban hacia la emboscada, recordaba historias sobre los Aulladores Nocturnos, criaturas míticas conocidas por su astucia y ferocidad. Aunque su picardía lo caracterizaba, no podía evitar sentir una punzada de miedo ante lo desconocido.

John, el leal compañero, estaba plagado de contradicciones. La determinación de cumplir la misión encomendada luchaba con el temor de lo que les esperaba. Cada paso lo acercaba a una realidad incierta, y su corazón latía con fuerza, mezclando el coraje con la incertidumbre.

A medida que se internaban más en el camino hacia el Desfiladero Desgarrador, los Aulladores Nocturnos observaban desde las sombras, meticulosamente preparando su emboscada. Estas criaturas míticas, dotadas de la capacidad de camuflarse perfectamente, tejían una trama de engaño y astucia. Se movían entre los árboles con silenciosa destreza, acechando a sus presas con la paciencia de cazadores expertos.

En un momento estratégico, los Aulladores desencadenaron su emboscada. Una sombra se adelantó, dividiendo a los tres amigos en el espeso bosque. María, buscó refugio en la grieta de un antiguo árbol. Su corazón latía con fuerza, la tensión en el aire era palpable. Podía sentir los ojos de un aullador acechandola. Inmóvil, conteniendo la respiración, María creía que el peligro había pasado, pero en un instante, el Aullador atacó con un estilete venenoso, clavándolo en su costado. El veneno se extendió rápidamente, paralizándola

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