Capitulo 12. Al borde del abismo

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La tripulación preparó las cuerdas con destreza, asegurándose de que fueran lo suficientemente fuertes para soportar el peso de John durante la ascensión por el acantilado.

Marisela, por otro lado, estaba inmersa en su propio ritual de preparación. El espacio que había organizado estaba impregnado con el olor a hierbas medicinales, creando una atmósfera de calma en contraste con la urgencia que se vivía fuera de allí.

John, al borde del desmayo, se aferraba a la delgada línea que separaba la vida de la muerte. La pérdida de sangre lo debilitaba rápidamente, y su mente oscilaba entre la consciencia y la oscuridad.

Marisela, con su experiencia en curación, evaluaba la herida con ojos expertos. Cada segundo contaba, y la preocupación se reflejaba en su rostro. Con manos diestras, comenzó el delicado proceso de curación. Suturó la herida con cuidado, utilizando hilos impregnados con esencias curativas. Preparó un ungüento especial, mezclando ingredientes mágicos y hierbas terapéuticas. La complejidad de la herida exigía una combinación de habilidades médicas y conocimientos místicos. En el punto crítico de la intervención, cuando la conciencia de John pendía de un hilo, el medallón comenzó a brillar con intensidad. La energía que emanaba de él envolvía a John como un manto protector. Marisela, inicialmente desconcertada, observó cómo la luz mágica revitalizaba al herido. La conexión entre John y el medallón era más profunda de lo que nadie había imaginado. La estabilidad de John mejoró, pero su condición crítica requería un descanso prolongado y una atención constante.

Con cuidado y determinación, la tripulación transportó a John de regreso a la cubierta de la nave. El brillo del medallón aún se reflejaba en sus ojos, pero su expresión mostraba el agotamiento de la batalla. Marisela se unió al grupo, compartiendo sus observaciones sobre el comportamiento extraordinario del medallón. La tripulación estaba dividida entre el asombro y la preocupación por lo desconocido.

La brisa marina acariciaba el rostro de la tripulación mientras transportaban cuidadosamente a John desde el claro del alto del acantilado hasta la seguridad de la cubierta de la "Estrella del Océano". La luz de la luna, testigo silente de la reciente traición, iluminaba su camino, arrojando sombras danzantes sobre la escena.

Con la ayuda de cuerdas y la fuerza combinada de la tripulación, John fue descendiendo hacia la playa. La operación requería precisión y delicadeza, ya que cualquier mal movimiento podía agravar su ya crítica condición. Marisela supervisaba cada paso, sus ojos enfocados en la herida recién curada de John.

La cubierta del barco, iluminada por las lámparas de aceite, se convirtió en un refugio que parecía distante y seguro. María, con su mirada fija en John, caminaba al lado de la camilla improvisada. Su preocupación se reflejaba en cada gesto, cada palabra de aliento que susurraba al oído de su amigo.

Flack, a la cabeza de la operación, dirigía con precisión cada movimiento. Su rostro curtido por años en el mar expresaba la gravedad de la situación. La traición de Brennan había dejado cicatrices en la confianza de la tripulación, y la seguridad de John ahora se volvía la máxima prioridad. Con cuidado y determinación, la tripulación finalmente depositó a John en una litera en la cubierta. Marisela, con su mirada centrada en la herida, comenzó a evaluar nuevamente su condición. La luz de la luna revelaba su expresión preocupada mientras se sumía en sus pensamientos, buscando soluciones para mantener estable a su querido compañero.

María, sintiendo la tensión en el aire, se acercó a Marisela.

María, preocupada, comentó ¿Cómo está, Marisela? ¿Podrá recuperarse?

Marisela, pensativa, respondió. La herida es profunda, pero el medallón ha obrado maravillas. Sin embargo, necesitará descanso y cuidados constantes.

Flack se unió a la conversación, su mirada fija en el horizonte.

Flack, con rostro serio, dijo: No podemos permitirnos distracciones. Melgar y sus esbirros están entre nosotros. Debemos fortalecer nuestras defensas y estar alerta.

La tripulación asintió con determinación, consciente de que cada momento de debilidad podía ser aprovechado por el enemigo. El medallón, aún brillando con una luz tenue, se convirtió en el símbolo de su esperanza en medio de la oscuridad.

La noche cayó sobre la cubierta de la "Estrella del Océano", envuelta en la penumbra que solo la luz de la luna podía disipar. La tripulación, trasladándose con la gravedad de lo sucedido, tomó la decisión de descansar y prepararse para la partida al día siguiente.

En la cubierta, las lámparas de aceite proyectaban sombras danzantes sobre las tablas de madera. Los marineros, en silencio, se ocupaban de sus tareas asignadas. Flack, con expresión pensativa, se encontraba junto al mapa, observando cualquier indicio de peligro y preparando el viaje del día siguiente.

Marisela, la curandera de la tripulación, se sumergía en sus rituales de sanación. Con hierbas y ungüentos, atendía la herida de John. La luz de las lámparas iluminaba su rostro concentrado, reflejando la seriedad de la situación.

María, apoyada contra la barandilla, contemplaba el océano. Su mente divagaba entre los recuerdos de días más sencillos y la realidad de la traición que los rodeaba. La pérdida de la inocencia pesaba sobre sus hombros, pero su determinación no flaqueaba.

La tripulación, a pesar de la fatiga, se retiró a sus camarotes para descansar. La "Estrella del Océano" quedó sumida en un silencio interrumpido solo por el suave crujir de las olas contra el casco del barco.

Al alba, la tripulación se reunió nuevamente en la cubierta. Flack, con un gesto serio, llamó a la atención de todos.

Flack: (firme) La búsqueda de la Lágrima del Océano continúa, pero debemos ser más precavidos que nunca. Melgar y sus secuaces están entre nosotros, y no podemos permitirnos más traiciones.

La tripulación asintió en señal de acuerdo, cada rostro reflejando determinación y cautela. Las velas se desplegaron con un chirrido suave, y la "Estrella del Océano" retomó su rumbo hacia la siguiente etapa de la travesía.

María, con su mirada fija en el horizonte, se acercó a John, quien aún reposaba en su litera. El marinero, aunque debilitado, mostraba señales de estabilidad gracias a los cuidados de Marisela y al misterioso poder del medallón.

María se sentó junto a él, tomando su mano con ternura. El contacto transmitía un vínculo que trascendía las palabras. La preocupación y el cariño se reflejaban en los ojos de María mientras observaba a John, quien, a pesar de la gravedad de la situación, le dedicó una sonrisa débil.

María, sururró a John, no puedo perderte. Eres mi ancla en este mar tormentoso. No sé qué haría sin ti.

John, sintiendo la sinceridad en las palabras de María, apretó suavemente la mano de la joven.

John, débilmente contestó, María, somos fuertes juntos. No permitiré que Melgar nos divida. Siempre estaremos unidos, pase lo que pase.

El sol comenzaba a elevarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados. María, con la promesa de John resonando en su corazón, permaneció a su lado mientras la "Estrella del Océano" navegaba hacia un destino incierto. La esperanza y la determinación de la tripulación se mantenían firmes, incluso en la oscuridad que amenazaba con envolverlos.

Susurros del Reino EncantadoWhere stories live. Discover now