Mala suerte para todos.

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—¿Para dónde vamos...? —pregunté mirándolo fijamente, pero vaya sorpresa, él estaba dormido. Di vuelta el auto, y llegamos a un lugar en el cual pude aparcar, ahí le di un golpe a Ross en el hombro, logrando despertarlo y sacar la frustración que sentía en ese momento.
—¡¿Qué mierda te pasa?
—Lo que pasa es que te dormiste
—¿Te costaba mucho respetar eso?
—Si supiera tú dirección no tendría problema alguno, pero como no me la sé, te necesito despierto.
—Te diré mi dirección, pero déjame dormir. Vivo en...

Ross me dijo la dirección, puse el auto en marcha y tardamos una hora exacta en llegar hasta donde él dijo. Me sorprendí mucho de la dirección, porque todas las casas se veían grandes. No es que mi casa sea pequeña, pero estás le ganan, parecen un castillo. Mm... ¿cómo es que un chico que tiene tanto dinero se la pasa borracho?

—Ross, ya llegamos.
—Gracias... —Ross se levantó, abrió la maletera y sacó su maleta. Yo también me baje del auto
—¿Dónde está mi maleta?
—Adentro.
—¿Puedo pasar a buscarla? —él comenzó a reír.
—No, espera aquí que yo te la traeré.

Ross entró y yo me quede al lado de su auto esperando, pasaron unos diez o quince minutos y salió un caballero rubio y algo canoso, tenía una cara simpática, pero se veía que estaba más que enojado, de inmediato me sentí muy nerviosa, ¿por qué se acercaba tanto?

—¿Qué hace tan cerca de este auto? —me preguntó.
—Estoy esperando a Ross, él tiene mi maleta.
—No diga ese tipo de historias... —Él hombre se subió al auto y me dejó sola, presentía que venir hasta aquí no había sido más que una pérdida de tiempo.

◇◆◇◆
Había bebido dos tazones llenos de alcohol, me sentía muy mal, muy debastado, no podía creer todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Yo siempre he sido muy creyente, y creo que Dios sólo castiga a aquellas personas que realmente lo merecen, ¿hice algo malo? Realmente no tengo ni la menor idea, quisiera poder remediar lo que sea que hice mal, y no hacer que mi familia pase por algo tan feo como esto. Ahora que no tenemos dinero, quizás tendremls que vivir en la calle, o algo peor. Lo que sé es que van a llevarse algunas cosas de la casa, sin siquiera darnos la oportunidad de venderlas. A veces incluso la gente poderosa es mala, no se dan cuenta de que pueden dar oportunidades. Si se diesen cuenta, el mundo sería un mejor lugar.

Iba caminando por la calle, agotado, ya no podía sentir mi propio cuerpo, no es nada bueno beber. Cuando de la nada, alguien me empuja, caigo al suelo y me doy cuenta de que ya no tengo ni mi maleta, donde tengo todo el dinero que me dieron, ni mi reloj.

Rápidamente veo toda la calle, que debido a la hora, está vacía. Cuando de la nada, veo a un indigente que corre a toda velocidad. Decido seguirlo, necesito el dinero para poder ayudar a mi familia, y ese reloj, tal vez también podría venderlo.

Él sigue corriendo, pero se mete en una tienda abandonada, esa tienda está llena de fuegos artificiales, si pasa a llevar uno podría ser peligroso. Decido no entrar, pero sí mirar desde una distancia segura. Al cabo de unos minutos, pasa lo inevitable, debió chocar con uno de esos fuegos artificiales, porque el lugar comienza a incendiarse. Él indigente ha muerto, podría recuperar mis cosas.

—¡No...! —recuerdo que mi jefe me dijo que la solución sería morir, que así mi familia tendría dinero. El dinero del seguro. ¿Sería entonces buena idea fingir mi muerte?


—Ross, tenemos que hablar.
—Ahora no abuela.
—Ross no hagas enojar a tú abuela, nos ha llamado a todos para una reunión familiar.
—De acuerdo, pero que sea rápido.

Toda la familia se sienta en el sillón y comienza la reunión.

—Ross lo que hiciste fue imperdonable, nos tuviste a todos preocupados. Debiste venir a cada de inmediato. ¿En qué estabas pensando?
—¡No quería tener problemas!
—¡Ahora los tienes!
—Mamá, Ross...
—¡No lo defiendas! Creo que es hora de que alguien ponga mano dura en la casa, y como sé muy bien que no lo harás tú, yo lo haré.
—¿Qué harás abuela?
—Le daré un orden a está casa. Primero que nada, Stormie tú tienes hasta tercer año de periodismo, ¿por qué no terminas tú carrera?
—No lo creo, sabes que los periodistas no ganan mucho
—¿Estudiar alguna otra cosa?
—A mí edad ya hasta me avergüenza.
—Entiendo. Entonces estarás a cargo de las tareas de la casa, deberás aprender eso.
—¡Para eso está Mark!
—Él te enseñará y ayudará. —Stormie iba a hablar, pero Martina siguió —Rydel, respeto que tomes un año de tú vida para elegir tú carrera. Pero no estarás en casa todo el día, trabajarás como mesera en el restaurante de Ratliff.
—¡Abuela!
—No quiero objeción.
—Al menos estarás más cerca de Ratliff.
—¡Pero me verá trabajando!
—¡Silencio! Ross... Tú te harás cargo del restaurante, ya que ese es tú futuro.
—¿Mi futuro? ¡No pretendo vivir cocinando!
—Es lo que debes hacer. Y para verificar que lo hagan y no paguen a nadie, ni sigan viviendo como reyes, en este momento Mark está anulando todas sus tarjetas de crédito. Aprenderán lo que es ganar el pan de cada día.

Martina se fue a su habitación.

—¡Gracias Ross!
—Hijo, está vez se te fue de las manos todo el asunto. No debiste...
—Adiós... —Ross subió las escaleras para encerrarse en su habitación.
—Mamá, ¿qué se supone que haremos ahora?
—Seguir con las órdenes de tú abuela.
—¿Qué?
—Seguramente de aquí a unos días se le pasará. Sólo ve a dormir, mañana tendrás que trabajar.


Si me preguntan: ¿Cómo fue mi noche? Les diría que después de estar con ese estúpido, nadie me dejó entrar a su casa. Por lo que debí ir caminando a mi propua casa. En medio camino me encontré con Ratliff, el amigo de Riker. Él me invitó a dormir a su casa, así que dormí en otra habitación, fue una noche agradable. Como a las once me desperté para ir a casa. Ahora voy llegando.

—¡Llegue! —grité al entrar.

Me encontré con Jill llorando a mares, se veía muy mal, muy abatida.

—¿Qué pasa? —pregunté agachándome junto a ella.
—Tú padre ha muerto.

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