En búsqueda de Auggie.

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  Ross durante el resto del recorrido se mantuvo callado, pude ver su rostro bastante serio, se veía bastante enojado. Yo también estaba enojada, su actitud había sido bastante mala, me trataba como si fuese una basura, como si fuese un perro, o algo peor.

—Llegando a casa, aléjate de mí —fue lo que dijo al estacionar el auto. Vi cómo entraba a su casa, podría jurar que había algo que lo molestaba, y lo molestaba bastante.

Cuando baje de su auto, me encontré con Martina. Suspiré. Supongo que tendría que hablar con ella ahora mismo, y eso que ni siquiera he hablado con Raini. Ojalá la vida me sonría de ahora en adelante.

—Laura, te tengo muy buenas noticias —dijo Martina acercándose.

Me sonreía, se veía tan animada. ¿Acaso sería un buen momento para comunicarle que me quiero ir? Porque nunca la había visto tan feliz, esto me inquietaba un poco.

—¿De qué se trata, Martina? —pregunté con delicadeza.

—Mark me acaba de informar que encontró personas que aseguran haber cuidado a un niño pequeño —comentó con una sonrisa, sus ojos brillaban cómo estrellas.

¿Un niño pequeño? ¿Acaso alguien encontró a Auggie? ¿Auggie volvería a estar conmigo?

—¿Dónde están? —pregunté con un hilo de voz. Me sentía un poco ansiosa, pero tampoco quería ilusionarme, porque sino se trataba de Auggie, realmente lloraría.

—Entremos a casa...

Martina me abraza por la cintura y comenzamos a caminar por el gran patio, para adentrarnos en esa grandiosa mansión. Mi corazón palpitaba con fuerza, me sentía emocionada, sólo quería ver a Auggie de nuevo.

—...—

Estaba en mi habitación tirado viendo tele. La verdad es que estaba irritado, muy irritado. Por lo que pasó hoy en el trabajo, ese cliente fue un imbécil. ¿Acaso no sabía que yo soy Ross Lynch? Si hubiese podido, le hubiera dado un buen golpe. Pero no lo hice, porque quiero que mi abuela me devuelva lo que es mío, mi dinero.

La puerta se abre, y puedo ver que mi abuela entra a mi habitación. Me levantó enseguida y la observó frunciendo el ceño.

—Necesito que vayas a está dirección.

Me entrega un papel. Veo la dirección y me doy cuenta de que no es nada cerca. ¿Qué le pasa a está vieja loca?

—¿Para qué? —preguntó serio. Ella niega con la cabeza.

—Es un favor que debes hacerme —responde de modo serio —. Podrás usar el auto rojo, el que tanto te gusta.

Sonreí. En la casa tenemos cuatro autos. Yo siempre usó el negro, que es el auto más básico. Pero el auto rojo, es el que compró mi padre cuando aún vivía, es un auto realmente moderno, es precioso. Mi abuela no me lo prestaba antes, porque decía que no soy responsable. Si ahora me iba a prestar ese auto, algo tramaba.

—¿Cuál es el truco? —pregunté cruzándome de brazos.

—Tienes que ir con Laura.

Suspiré y rodé los ojos. ¿Por qué ahora todo lo que pasa en mi vida involucra a esa chica? Ya me sale incluso en la sopa, y no es broma.

—Abuela, ¿Por qué quieres ayudarla tanto? —pregunté cruzándome de brazos.

—Porque ella me ayudó cuando yo no tenía a nadie, ella tiene un corazón de oro —responde mi abuela con mucha convicción. Realmente, mi abuela ve lo bueno en todo el mundo, eso es algo muy estúpido —. ¿La vas a llevar, o le digo a Mark?

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