CAPITULO: 3

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Rose

Al colocarnos nuestras alianzas, todos aplaudieron como si aquello fuese algo bueno. No, no lo era porque era yo quien estaba frente a mi pesadilla.

Los invitados se acercaron a felicitarnos como es de costumbre, sonrisas falsas y felicitaciones. Mis padres se acercaron a su gran pesar, para disimular su desagrado, el anciano desgraciado del abuelo no dejaba de sonreír como un pavo real mostrando sus plumas y grandeza.

Alguien llamó a mi madre y mi padre me miró fijamente.

—Toma esto—dice mi padre.

Era un pequeño frasco con un líquido cristalino.

—¿Qué es eso?

—Es para que se lo eches a la bebida más tarde.

—No entiendo.

En realidad, no entendía lo que se refería mi padre.

—Para que no se atreva a tocarte, Rose. 

—¡Oh! Claro no lo había pensando.

Mi padre me miró detenidamente.

—Para eso me tienes, hijita para pensar por los dos.

Sonreí con dulzura. En realidad, no había pensado en aquella posibilidad, en la noche de bodas. Aunque las sacerdotisas nos enseñaron a obedecer a nuestros superiores, quiera o no, Atlas Morgan era mi superior y debía obedecer le. 

En los entrenamientos de cada sacerdotisa nos enseñan tres fases divinas; disciplina, obediencia y lealtad, nos enseñan a ser mejores que un humano cualquiera. Eso nos diferencia de ellos y nosotros, aunque no fuese aceptada en la Elite, tuve mi mentor y maestro el monje Kiro, uno de los mejores y respetados de la montaña sagrada. Tengo entrenamiento de lucha y podría acabar con cualquier demonio que se me atreviese en el camino.

Mi mirada se desvió al sentir dos energías iguales, que provenían de mi lado izquierdo. Era una mujer morena, de cabello crespo de ojos negros y baja, a su lado un hombre del mismo aspecto, aunque era blanco. Ambos estaban hablando con Atlas.

Dejé a mi padre y una sensación de atracción me llevó directo hacia ellos.

—¿Son hermanos? Ambos comparten la misma energía.

Su mirada al verme era de todo un poco, felicidad, alegría, tristeza y pena. 

—Sí, somos…, somos hermanos—dice la mujer sonriendo.

Atlas me miró fijo.

—Valery es mi estilista y él es su hermano mayor Joshua.

—Es un placer conocerla, señora Morgan—dice el hombre sin quitarme la mirada de encima.

Me hacían familiares tanto la mujer como el hombre, como si les había visto de alguna parte.

«Espera, me ha llamado…, ¿Señora Morgan?».

—¿Qué extraño?

—¿El qué?

—Se me parecen conocidos, como si los hubiese visto desde antes.

Los hermanos se miraron mutuamente y luego miraron a Atlas esperando alguna respuesta de su parte o simplemente algo más.

—De seguro los viste alguna vez, ¿Quién sabe? —dice Atlas sonriendo—A veces el destino es algo serio—noté la mirada de Atlas era curiosa.

Atlas fue llamado por el anciano de su padre, dejándome sola con los hermanos, aunque me sentía bien con ellos. Su energía era tan armoniosa y limpia.

LA SACERDOTISA Where stories live. Discover now