CAPÍTULO: 12

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Atlas.

Lo de anoche con Rose había sido lo más excitante e increíble que había tenido en la vida. Esa chica a pesar de ser nueva en la cama, sabía cómo dejarme con más ganas.

-¿Qué tanto piensas?-preguntó Valery.

-En qué las personas son extrañas.

-¿Lo dices por alguien especial?

-No.

Vi a Valery con los binoculares puestos, vigilando al monje Cox. Le había pedido que me ayudara en esta aburrido vigilancia con ese hombre.

-Ya viene el cumpleaños de mamá.

-Si, el cumple de mi suegra como podría olvidarse me.

Dejó aún lado los binoculares y me miró detenidamente.

-¿Cómo van las cosas con mi hermana?

Follando a cada rato, pero bien.

Una sonrisa de picardía salió de mis labios.

-Bien.

-Más te vale, Atlas o te las verás conmigo.

-¿Sabes que? Puedo ejecutarte por amenazar al comandante de la Nación.

Valery sonrió y volvió a ponerse los binoculares.

-¿Y sabías que? Me importa una mierda.

Por eso me agrada mi cuñadita es muy directa igual que Rose.

Estábamos vigilando la cafetería donde suele ir el monje Cox después de dar clases en el instituto Aurora.

El hombre llevaba sus veinte minutos ahí adentro, ya me estaba aburriendo.

-¿Y si vamos a comer algo?

-Para que luego se nos escape este hombre, mejor calla.

En ese momento, Valery me tiró los binoculares en mi regazo golpeando mis pelotas. Chillé de dolor y está encendió el vehículo con rapidez siguiendo al monje Cox.

-Me diste en mis pelotas, cuñada.

-Deja de chillar, este hombre se nos escapa.

En todo el camino masaje mis pelotas, estoy va a dejarme hematomas ya lo veo ya.

Estuvimos siguiéndolo hasta llegar al barrio gris, uno de los lugares con más prostituta que en la ciudad, lo vimos entrar a una de las casas de placer. Valery y yo nos miramos mutuamente.

-¿Quien lo diría?-me burlé.

-Y es por esa razón que no creo ni en los monjes, ni en la religión.

La miré con una sonrisa maliciosa.

-¿Y ahora qué?

-Deberíamos entrar a ver si se reunirá con alguien adentro, ¿No?

-Cuñada soy una figura pública, si llegó ahí se esparcirán rumores.

-Al monje no se les esparce rumores, ¿Verdad?

La cuñada tenía razón.

-Cierto, pero no me arriesgaré.

-Maldito...está bien, entraré y haré tu trabajo, pero eso sí, me debes una.

Le di una sonrisa y la esperé en el vehículo. Era más factible que ella entrara que yo. En verdad me dolía las pelotas, Valery tenía una super fuerza para tener brazos cortos.

Después de unos veinte minutos, la chica había entrado al vehículo, esta aceleró y nos marchamos.

-¿Que ha pasado?

LA SACERDOTISA Where stories live. Discover now